Si a inicios del siglo XXI solo el fenómeno ruso Garry Kasparov había sobrepasado la barrera de los 2 800 puntos Elo, hoy la situación es distinta y a ese club se suman nueve ajedrecistas más.
El uso de ordenadores y la masividad han convertido al juego ciencia en un deporte popular, aumentando considerablemente el nivel de esta práctica con respecto a la pasada centuria.
¿Dónde situar los límites de un trebejista en cuanto a Elo se refiere? ¿Cuándo comenzó dicho sistema? Intentaremos responder.
Físico famoso gracias al mundo del jaque mate
Arpad Emrick Elo fue el creador del “termómetro” más utilizado para medir el nivel de los jugadores los tableros de 64 casillas. Nacido en Hungría, el físico y trebejista aficionado logró implantarlo en 1960 —en sustitución del desarrollado por Kenneth Harkness en 1950—, cuando fungía como titular del Comité de Puntuación de la Federación de Ajedrez de Estados Unidos.
Una década después, la federación internacional de este deporte (Fide) lo puso en práctica. Desde entonces y hasta mediados de los años 80, el propio Arpad hacía los cálculos, en un momento en que menos de 2 mil jugadores tenían notas Fide.
Entre los defectos que algunos ven en el sistema Elo están no dar ventaja a las blancas y que las calificaciones se relacionan con la competición, lo cual deja abierta las posibilidades de cómputos altos o bajos dentro de un grupo controlado de participantes.
“La federación de Myanmar pasó de cuatro ajedrecistas con puntuación en enero de 1997, a tener seis entre los 100 mejores en enero del 2000 con la organización de torneos cerrados”, según reseña chessbase.com para explicar el fenómeno.
Es por ello que las lides más prestigiosas del orbe pagan grandes sumas de dinero para alentar a los mejores ajedrecistas a mostrar el máximo nivel.
Saltos a lo más alto
Cuando se habla de Elo es imposible omitir al genio noruego Magnus Carlsen, recordista con 2 882. Desde el 31 de diciembre del 2009, cuando se convirtió con 19 años en el más joven de la historia en superar las 2 800 unidades (2 810), su juego es casi invencible y destronarlo del liderazgo de la clasificación universal parece un pedestal muy alto para sus rivales, al menos en el presente.
Si observamos la lista de quienes no han “cometido falta” al volar hacia esa alta puntuación, llama la atención que los 10 lo consiguieron en los últimos 17 años, un aviso si tenemos en cuenta que aún no hemos sobrepasado el primer cuarto de siglo y desconocemos cuánto más hará la tecnología por el juego ciencia. De ellos, solo Kasparov está inactivo del más alto nivel.
También destaca la hegemonía de Rusia como potencia, al incluir a tres de sus representantes; lo mismo para Europa que tiene siete.
¿Cómo anda la clasificación universal de noviembre en cuanto a los 2 800? Carlsen (2 840) a la cabeza, Fabiano Caruana (2 823), Vladimir Kramnik (2 809) y Maxime Vachier-Lagrave (2 804).
Cuba, lo mejor de Latinoamérica
Si bien ningún antillano ha superado la mítica cifra, a nivel regional nuestros pupilos van a la vanguardia. Leinier Domínguez logró 2 768 en mayo del 2014, tras conseguir cinco de seis unidades en la liga rusa.
En segundo lugar aparece la leyenda José Raúl Capablanca, quien en la lista elaborada por Arpa en 1978, para puntear el Elo de las grandes figuras del ajedrez mundial anterior al surgimiento del sistema, asoma en el primer puesto con 2 725.
El podio lo completa Lázaro Bruzón con 2 717 en octubre del 2012, luego de acumular 7.5 de 10 en el Campeonato Iberoamericano.
Sin duda, el ajedrez continuará su ascenso a medida que la ciencia y la técnica avancen, por lo que no sería utópico pensar que en un decenio, quizás dos, la barrera de los 2 900 sea parte del pasado.
