Por Hassan Pérez Casabona*
La Universidad de La Habana cuenta con larga tradición en recibir visitantes ilustres de las más variadas ramas del saber, procedentes de múltiples latitudes. Es un sello que la institución fundada el 5 de enero de 1728 -primera en nuestro país y unas de las que integró el pelotón fundacional en América Latina y el Caribe-, acrecentó en las últimas décadas. Dicha condición es resultado, en buena medida, del prestigio histórico y actual ganado por su claustro, y los estudiantes de todo el país que se preparan en sus aulas.
En la mañana de este miércoles 7 de diciembre se produjo un nuevo encuentro de esa naturaleza. El protagonismo correspondió esta vez a Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía en 2001, y profesor de la Universidad de Columbia. El rector de la cuasi tricentenaria casa de altos estudios habanera, el Dr. Gustavo Cobreiro Suárez, dio la bienvenida al afamado economista estadounidense, cuya trayectoria científica y académica lo hace acreedor de numerosos reconocimientos en todo el orbe.
En esa línea destacó que, luego de alcanzar el grado de doctor en ciencias por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), Stiglitz desarrolló una meritoria carrera como profesor e investigador en importantes universidades como Yale, Stanford y Oxford, además de ofrecer conferencias en centros de los cuatro puntos cardinales. Hizo alusión asimismo a algunas de las obras del invitado, entre las que sobresalen El malestar en la globalización (2002) y Cómo hacer que funcione la globalización, del 2005.
Stiglitz, quien nació el 9 de febrero de 1943 en Gary, Indiana, fue asesor económico del gobierno de William Clinton y trabajó igualmente en calidad de economista jefe y vicepresidente senior del Banco Mundial. Su visión crítica y objetiva sobre la globalización y el libre comercio, posibilitó que sus textos tengan notoria influencia en el mundo de las ciencias sociales, y en la esfera política, en diversos escenarios. Una muestra de ello es que resultó el autor más citado en su campo, a escala global, en el 2008.
Cobreiro Suárez remarcó en sus palabras los nexos de trabajo sostenidos por Stiglitz con los encuentros sobre Globalización y Problemas del Desarrollo, convocados por la Asociación de Economistas de Cuba (ANEC) desde finales de los años 90 de la pasada centuria y que tuvieron como inspirador principal al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
Antes de pedirle que impartiera la conferencia magistral “Crecimiento económico y comercio internacional: perspectivas para América Latina”, el rector hizo énfasis en que la integración latinoamericana y caribeña adquiere hoy una dimensión mayor. “En Cuba, precisó, seguimos empeñados en actualizar nuestro modelo económico, desde la óptica de que el crecimiento implique mayor bienestar para el pueblo, en todos los aspectos”.
“La economía puede parecer una disciplina árida y esotérica, pero de hecho las buenas políticas económicas pueden cambiar la vida de los pobres”
Stiglitz dejó claro el placer de encontrarse nuevamente en la UH, dieciseises años después de que intercambiara con los especialistas antillanos sobre estos tópicos. “Mucho cambió desde entonces, dijo sonriente, incluyendo ideas e interpretaciones sobre estos fenómenos, así como la repercusión de los mismos en el ámbito de las universidades. Es importante tomar nota de esas transformaciones para América Latina en general, y particularmente para Cuba, a la hora de elaborar estrategias”.
Ante un Aula Magna abarrotada que escuchó con atención sus reflexiones, el célebre economista se detuvo en diversas cuestiones. “Los dos extremos en las formas de organizar la economía han fracasado. De un lado, el estilo soviético de gestión colectiva con un enfoque vertical, de arriba hacia abajo, y del otro los mercados no regulados, libres y descontrolados, como sucede en Estados Unidos. Esta última visión trajo como consecuencia la crisis financiera internacional del 2008, en la que más de 50 millones de personas perdieron su empleo y una cifra similar las viviendas”, comenzó su disertación.
“Esta estrategia era insostenible desde lo económico, político social y medioambiental. Los beneficios de esa manera de concebir el orden económico beneficiaban a una pequeña porción de la población. Los salarios más bajos son bastante diferentes de lo que solían ser hace 50 años. El ingreso medio es similar al que se disponía cinco décadas atrás. Los beneficios van a la cima. Incluso antes de la crisis todo estaba mal. Después del 2009, en los tres años inmediatos, el 90 % de las ganancias fueron a parar al 1% de la población”.
El analista se refirió a cómo esa situación se expresa en diversos contextos electorales. “El resultado de las elecciones en EE.UU., el Brexit en el Reino Unido y el reciente referendo en Italia pueden interpretarse como un rechazo de la mayoría de la población a todo lo que ha sucedido. El sistema es desigual e injusto y genera también una gran desconfianza en relación a la forma en que el gobierno maneja estos temas”.
“En el caso norteamericano, añadió, la ira y el descontento son comprensibles, pero lo más probable es que las ideas de Trump afecten aún más la economía. En cualquier variante se está repensando la globalización y cómo entender el fracaso de los dos extremos de sistemas de ordenamiento económico que prevalecieron hasta ahora”.
Esta problemática central debe resolverse, expresó: “Mediante la búsqueda de un balance entre las dos experiencias históricas: cierto control para el sector privado y el gobierno debe desempeñar un papel. Por supuesto, este equilibrio entre mercado, gobierno y sociedad civil debe cambiar de una nación a otra. Es vital para ello entender los límites de cada cual y establecer mecanismos de regulación, verificación y control. Las universidades deben desempeñar un papel respecto a la innovación y a la crítica de los instrumentos que en ese sentido se establezcan”.
Motivado por la interconexión que prevalece a nivel global apuntó que: “En pequeñas economías como Cuba el poder de mercado es mucho más peligroso. La apertura hacia al mismo debe cuidar, y garantizar, que no haya excesos en el poderío que este genera”.
“Adam Smith era mucho más consciente de las limitaciones del mercado que quienes se reivindican actualmente como sus seguidores”
Stiglitz está convencido de que las cosas no tenían que ocurrir de la manera en que se presentaron los hechos, sino que ello es consecuencia de lo que cataloga como una “mala gestión de la globalización”.
“Hace dieciséis años, comentó, el tema de mi exposición fue la globalización. Entonces el descontento se concentraba en el Sur. Ahora las insatisfacciones abarcan también al Norte. Se suponía que la globalización mejorara la situación en todas las geografías, pero en el presente hay menos felicidad en todo el mundo. Es obvio que en algún sentido hubo un manejo inadecuado de la globalización y la manera en que los beneficios de esta se distribuyeron. Se suponía que en una economía de derrame, los beneficios de arriba llegarían abajo. Más que en forma de cascada, el efecto ha sido hacia arriba. Las personas de los sectores bajos y medios en el Norte empeoraron su situación”.
Meditando sobre las consecuencias de las políticas desatadas para diversos sectores en diferentes regiones del planeta, dijo: “Han ganado y perdido algunas personas con la globalización en diferentes latitudes. A determinados grupos les fue muy mal, por ejemplo aquellos que dependen de la agricultura de subsistencia en África y la India. Acuerdos comerciales injustos y subsidios provocaron que sus ingresos disminuyeran. La clase media es la que salió peor, pues ellas representan el 80% de la población mundial y sus ingresos cayeron en los últimos 25 años”.
“En el otro sendero, aclaró, hay sectores que se fortalecieron. El 50% de la población que conforman la clase media de China e India duplicó los ingresos y sus condiciones de vida cambiaron significativamente. Por supuesto, los mayores ganadores son los que integran ese 1%, que está en la cima. Es evidente que hay triunfadores y perdedores tanto en el Norte como en el Sur”.
En relación a lo que constituyó uno de los ejes fundamentales durante la campaña electoral en su país, señaló: “Trump criticó a los negociadores que intervinieron en los acuerdos comerciales, firmados por EE.UU. Les echó la culpa, afirmando que no hicieron un buen trabajo, y que él lograría algo superior. Creo que en verdad las cosas manejadas con esos enfoques saldrían mucho peor. La realidad es que los negociadores estadounidenses consiguieron casi todo lo que se proponían. Desarrollaron esa labor en nombre de las corporaciones, y no desde la perspectiva de lo que necesitaba el pueblo norteamericano”.
“Tengo la certeza de que hay que implementar una gestión óptima de la globalización. Debemos cambiar el modo en que se administra dicho proceso. La globalización, hay que democratizarla y hacerla más transparente para que responda a los intereses de la mayoría”, concluyó el acápite dedicado a las evaluaciones sobre la teoría económica.
“La cohesión social es importante para que una economía funcione”
Examinando las transformaciones producidas en la economía global, destacó el cambio de la propia naturaleza de la globalización. “Se desató una fragmentación de la cadena de producción, lo que se conoce como la `economía de la cadena de suministros´. Un teléfono Apple, por ejemplo, se produce en diferentes sitios del mundo. Una parte se fabrica en Japón, otra en la India, China o cualquier lugar. Se llega al caso donde probablemente lo único que aporta EE.UU., es la propiedad intelectual”.
Para el experto ello se explica a partir de que, “La economía mundial es mucho más integrada e interdependiente que años atrás. Ello no ignora que algunos se aprovechen más a la hora de controlar esa cadena, como Wall Mart, Apple y otros grandes conglomerados. Ellos reciben los mayores beneficios de toda la cadena. La manera de gestionar esa conjunto de fases relacionadas con suministros y sistemas de distribución promueve la competencia e incrementa la desigualdad”.
En la exposición hizo hincapié en que el creciente desarrollo tecnológico implica que se necesite menos empleo. “Donde nací la producción de acero es la misma que en el pasado pero empleando solo la sexta parte de los trabajadores que antes laboraban en esas planta. Varias ciudades de diferentes estados se han convertido en pueblos fantasmas”. [1]
“Lo negativo es que no se hizo nada para reestructurar la economía. Aunque retornara el sector industrial a EE.UU., no generaría los empleos que se necesitan. Poseer mano de obra barata no es una ventaja competitiva fundamental, pues ya no se requiere de ella como en momentos previos. La ventaja es disponer de mano de obra altamente calificada”, apuntó.
Ahondando en las modificaciones acaecidas a lo largo del tiempo, dijo: “Pasamos de una economía industrial a una economía de servicios. A finales del siglo XIX, y comienzos del XX, transitamos de una economía meramente agrícola a una industrial. En la actualidad en EE.UU., solo el 3% de los trabajadores produce los alimentos que incluso una sociedad obesa como la mía consume. Ahora estamos pasando, reiteró, de una economía industrial a una de servicio. Otro ejemplo es que apenas el 9 % de la población estadounidense trabaja en el sector industrial”.
Con relación a nuestro país, ponderó que: “Cuba se encuentra en muy buena posición para avanzar en la economía de los servicios, teniendo en cuenta que dispone de mano de obra altamente calificada y que cuenta con altos estándares en educación, salud y turismo, las cuales representan esferas fundamentales dentro de dicha concepción económica”.
Aclaró, que: “Esta transición de la economía industrial a la de servicios puede equipararse con una economía de aprendizaje basada en la capacidad de innovación. Antes decíamos el capitalismo está basado en el capital, pero el verdadero tesoro de una nación es su capital humano, el cual significa la base para ese aprendizaje hacia nuevos derroteros”.
Meditando sobre cuáles son las implicaciones de los cambios teóricos en la economía mundial, subrayó: “El desarrollo económico y social debe tener un balance entre distintos requerimientos. Para alcanzar una economía sana tres de ellos son decisivos. El primero es la consistencia macroeconómica. Aunque existen limitaciones por el tipo de cambio, los países que ignoren lo estratégico de la solidez macroeconómica tendrán problemas. Creo que Venezuela y Argentina desconocieron el significado de este acápite.
“En segundo lugar aparece el pleno empleo. Cualquier estrategia debe considerar que todo el mundo desea participar de la prosperidad. Ello implica que el empleo tiene que estar disponible para cada ser humano. La introducción de tecnologías que disminuyen las plazas de trabajo, entraña un desafío gigantesco en cuanto a mantener esa aspiración. Una preocupación esencial está referida a los jóvenes. En Europa el desempleo ha sido muy alto en los últimos años. En España celebraron porque ahora está en el 50 % y ello porque una parte considerable de los jóvenes más talentosos se marcharon del país”.
Jerarquizó también que: “Es imprescindible el aprendizaje y el desarrollo tecnológico. Lo trascendente es que exista un balance entre cada uno de ellos, sin que entren en conflicto. Se puede potenciar la alta tecnología, lo cual sería bueno para el aprendizaje, pero no para el empleo. Otra decisión es favorable para la ocupación laboral pero no para el aprendizaje. Lo decisivo es buscar las acciones que sean positivas para los tres”.
“La estabilidad es importante para el crecimiento”.
Con relación a Cuba ponderó la posibilidad de reintegrarse a instituciones financieras globales. “Como ustedes saben yo he sido muy crítico del Fondo Monetario Internacional (en mi libro El malestar en la globalización examino en detalles varios de sus problemas)[2], pero la política o los enfoques del FMI han cambiado sustancialmente en los últimos años.
“Ellos hablan de que los países tienen que tener sociedades más equilibradas, equitativas y con mejor comportamiento económico. Reconocen que la igualdad es positiva para el crecimiento y que el precio de la aplicación de otras teorías es la desigualdad y el descontento. Es visible que modificaron sus posturas respecto al control del capital.
“El Banco Mundial, dirigido hoy por alguien que se desempeñó primero en la Organización Mundial de la Salud, plantea que la salud es importante. Incorporarse a esas organizaciones permite compartir el conocimiento que ellos poseen y sus experiencias de éxitos y fracasos en el tema de desarrollo. Uno no siempre tiene que aceptar sus consejos, lo importante es no encontrarse en posición de necesitar su dinero. Pero si hacen ofertas con una tasa de interés baja y a pagar a largo plazo, para invertir en lo que uno quiere, eso puede ser bueno. Lo crucial es que uno utilice esos fondos para su beneficio y promover un programa de desarrollo propio”.
Un momento especial lo dedicó a los retos fundamentales que emanan del restablecimiento de relaciones con EE.UU. “Obama adoptó algunas medidas, pero el Congreso no ha eliminado las principales sanciones. Hay que estar conscientes del peso de la economía dentro de la política estadounidense. Mientras más empresas de ese país vean la posibilidad de obtener ganancias en Cuba, mayor presión ejercerán sobre el gobierno para que cambie la política”.
Incursionando en otra temática sustantiva de su presentación, dijo que: “Países con recursos naturales significativos cometieron el error de no aprovechar el incremento de los precios de esos productos, para diversificar su economía. Ello sucedió con Brasil y Venezuela, por ejemplo. Cuando bajaron los precios del petróleo y de las materias primas en general, unido a la reducción del crecimiento de China, entonces sobrevino de manera inevitable la crisis”.
“Los países que no poseen abundantes recursos naturales, añadió, tienen a sus personas como centro. Ustedes han invertido durante muchos años en el pueblo, alcanzando uno de los índices de educación más alto del mundo. Eso les da una ventaja. Otro sector de la economía cubana que tiene ventaja es el sol. Uno de los grandes cambios importantes a los que está abocado el planeta es el mayor uso de la energía solar. Esa transformación reduce la importación de petróleo, al tiempo que instalar de manera masiva paneles genera gran cantidad de empleos”.
Stiglitz ratificó, que: “La transición de la agricultura a la industria y luego a los servicios, posibilita también un nuevo tipo de agricultura, caracterizada por el uso de la tecnología, con alto valor agregado, donde lo orgánico, tiene una importancia enorme. En Europa se ha avanzado, pero en EE.UU., no por las restricciones que imponen las compañías productoras de fertilizantes, pesticidas y agroquímicos. Cuba no tiene ninguno de esos obstáculos, así que es otro nicho que pudiera aprovechar”.
En la recta final de su exposición mencionó nuevamente lo estratégico de encontrar un balance entre el sector público, el privado y la sociedad civil, asumiendo el Estado un papel importante. “Considero que el Estado puede promover y catalizar el desarrollo del sector privado, siempre que garantice que el mismo se comporte adecuadamente. En el caso de Cuba creo que existe el desafío de desarrollar el sector financiero. Ya me referí a los problemas de EE.UU. en este sentido, pero ninguna economía puede sobrevivir sin un sector financiero fuerte. En Cuba ese campo esta subdesarrollado. No olvidemos que lo relacionado con el sector privado requiere financiamiento”.
Acerca de otro asunto tratado en múltiples oportunidades en los espacios académicos y políticos, declaró que: “Cuba reconoció que la doble circulación monetaria es una distorsión. El proceso de unificación entraña dificultades, pero tiene un alto costo esperar. Una de las formas de abordarlo es aprovechar la tecnología, y los saltos en ese terreno. En el mundo de hoy casi no se necesita efectivo. Puede que suene agresivo, pero pudiera pensarse en llevar toda la economía a un sistema electrónico sin papel. De hecho conlleva muchas ventajas un sistema monetario de este tipo”.
“Son tiempos difíciles con grandes desafíos para todos los países. Quiero apuntalar la idea de que se está repensando lo que era una buena o mala economía. En ese despliegue creativo el papel de las universidades es insustituible, especialmente a la hora de llevar adelante políticas que propicien no solo crecimiento económico sino igualdad y prosperidad para todos”, concluyó.
Stiglitz respondió diversas preguntas de estudiantes y profesores, en un intercambio conducido por la Dra. Silvia Odriozola, decana de la Facultad de Economía de la UH.
En la actividad participaron representantes del Cuerpo Diplomático acreditado en nuestro país y numerosas personalidades, entre ellas Ramón Labañino Salazar, Héroe de la República de Cuba y vicepresidente nacional de la ANEC y la Dra. Isabel Allende Karam, rectora del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”.
*El autor es Profesor Auxiliar del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana.
[1] Michael Moore es otro de los que permanentemente alerta sobre el deterioro de muchas ciudades del otrora cinturón industrial estadounidense. Se combinaron para ellos el aumento del desempleo y que varias plantas fueron trasladas hacia el exterior, la razón principal en la pérdida de puestos de trabajo. Flint, la ciudad de Michigan donde nació el destacado cineasta el 23 de abril de 1954, es otro de esos pueblos fantasmas que mencionó Stiglitz.
[2] En esa obra Stiglitz expone ideas como estas. “Los Estados de muchos países en desarrollo –y desarrollados- demasiado a menudo invierten mucha energía en hacer lo que no deberían hacer. Esto los distrae de sus labores más apropiadas. El problema no es tanto que la Administración sea demasiado grande como que no hace lo que debe”. “El supuesto subyacente a este fracaso es algo con lo que me topé en repetidas ocasiones: el FMI se limitaba a dar por sentado que los mercados surgen rápidamente para satisfacer cualquier necesidad, cuando en realidad muchas actividades estatales surgen porque los mercados no son capaces de proveer servicios esenciales. Los ejemplos abundan”. “Había un cierta coherencia en la concepción que sobre el Fondo y su papel tenía Keynes (el padrino intelectual del FMI). Keynes identificó un fallo del mercado –una razón por la cual los mercados no deben ser dejados en libertad- que podría arreglarse mediante una acción colectiva. Le inquietaba que los mercados pudieran generar un paro persistente. Fue más allá. Demostró por qué era necesaria una acción colectiva global, porque las acciones de un país afectan a otros. Las importaciones de un país son las exportaciones de otro. Los recortes en las importaciones de un país, por cualquier razón, dañan las economías de otros países”. “La experiencia argentina se lee así: esto es lo que les pasa a los mejores alumnos del FMI. El desastre no se produce por no escuchar al FMI, sino precisamente por escucharlo”. Ver: Joseph E. Stiglitz: El malestar en la globalización, Taurus, 5ta Edición, Buenos Aires, 2002, pp. 70-71 y 274-275.