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Voz y luz de poesía

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Por Fernando Rodríguez Sosa

«En esos poemas hay esa maestría infalsificable de quienes han nacido con el don de la poesía (…); y hay también esa originalidad innata, esa frescura radiante, esa jugosa plenitud previa de la espontaneidad, que poseen porque sí tan pocos, y que el verdadero poeta no pierde jamás en su largo aprendizaje».

Con tan elogioso comentario, el reconocido poeta José Ángel Buesa daba la bienvenida, en 1959, al cuaderno de versos La voz amanecida, primer libro de la autoría de Cary Gall, aparecido bajo el sello de la Organización Nacional de Bibliotecas Ambulantes y Populares.

Palabras que ahora también sirven para invitar al lector a descubrir, a través de las páginas del libro Voz y luz de poesía (Ediciones Cubanas Artex, 2015, 128 pp) –con compilación y prólogo de Ernesto Ignacio Alemán Vera—, la totalidad de la obra lírica, injustamente poco conocida y valorada, de Cary Gall.

Se agrupan en esta entrega, junto a ese primer libro La voz amanecida, el segundo y último poemario publicado en 1998 por la escritora, titulado La huella de mi aliento –con prólogo de otro poeta, Adolfo Martí—, en que aparecen textos tan intensos y desgarradores como “Incertidumbre”:

Es tarde, mi hijo duerme junto a mí y en la casa

hay un silencio grave de ruptura y de miedo;

yo quisiera llorar, llorar pero no puedo,

amor, si tú pudieras decirme lo que pasa…

Se enriquece Voz y luz de poesía con más de una decena de poemas inéditos y otros manuscritos, textos que le permiten al lector comprobar el desarrollo que, con el devenir del tiempo, alcanzó un discurso lírico centrado en temas como el amor, la familia, la propia condición humana…

Acompañan a esta colección de versos, las obras del artista Osvaldo García, quien consigue que los dibujos incluidos en el cuaderno establezcan un fructífero diálogo con los textos que le dieron origen, lo cual permite que el poemario exhiba una impecable factura.

Autora de una obra lamentablemente desconocida en el panorama de la poesía cubana, Cary Gall –seudónimo de Caridad Gallo, nacida en La Habana, en 1941, y fallecida, en esa propia ciudad, en el año 2008—, a través de diversas formas estróficas –como el soneto y el verso libre—, entregó textos intimistas, de un fino erotismo, expresión de un cuidado discurso lírico.

Se pregunta Ernesto Ignacio Alemán Vera, en el estudio introductorio que abre este libro póstumo, qué puede hacerse hoy por Cary Gall. «Reconocer su sitio –afirma—. Instarla a que lo ocupe. Reconocerla. Redescubrirla». La publicación de Voz y luz de poesía, indudablemente, contribuye a tan noble empeño.1

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