¡No se puede morir!

¡No se puede morir!

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REALIZADA: PUBLICADA:27/06/2011  PAG:03 EDICION UNICA FUENTE:TRABAJADORES FOTOGRAFO: OBSERVACIONES:CASTRO RUZ, FIDEL/SALUD/DENGUE

Desde su cama de hospital, con un suero que lo ayudaba a resistir el mal que lo aquejaba, un niño, víctima del dengue que en aquel año de 1981 sembró dolor y luto en las familias cubanas, vio entrar a la sala en la que estaba ingresado, al Comandante en Jefe. Como un resorte, el pequeño se incorporó y gritó: ¡Pioneros por el comunismo!, a lo cual los más grandecitos respondieron: ¡Seremos como el Che!, gesto que impactó al Comandante en Jefe y al personal médico presente.

Es una de las tantas anécdotas que atesoran los que trabajaban entonces en el hospital pediátrico de Centro Habana sobre el enfrentamiento a aquella epidemia que comenzó en el mes de mayo y se extendió rápidamente por todo el país.

La enfermedad apareció de manera súbita, en momentos en que no habían sido reportados brotes en ningún otro sitio —denunció Fidel. “En un fundamentado estudio realizado por técnicos y científicos cubanos, con asesoramiento de especialistas extranjeros bien calificados se arribó a la conclusión de que este virus fue introducido deliberadamente en Cuba”, explicó.

Se vivieron momentos de intenso dramatismo. El total de enfermos diagnosticados superó los 300 mil y fallecieron 158, de ellos, 101 menores de 15 años. Estremece pensar en el dolor multiplicado que encierran esas cifras, en la angustia de las familias de los más de 10 mil 300 hospitalizados graves y muy graves, y en la desesperación de los médicos ante los 11 mil 721 casos reportados nacionalmente en un solo día, el 6 de julio, y en los muchos con síntomas sospechosos que les llegaban diariamente.

En esa coyuntura, médicos, enfermeros, pacientes y familiares tuvieron muy cerca al líder histórico de la Revolución, quien se convirtió en asiduo visitante de los hospitales, particularmente los pediátricos.

En una de las ocho visitas que realizó al de Centro Habana expresó su preocupación por la inexistencia de una sala de terapia intensiva, por lo cual planteó que debía crearse inmediatamente allí y en todos los hospitales. En ese empeño, recuerda el personal de salud de la institución, se trabajó sin descanso. Mientras en un salón aledaño a la dirección se discutían los planos, afuera se trabajaba para echar los cimientos de la obra que se concluyó en 24 días, y fue la primera de las que se crearon entonces en el país.

Junto con los enfermos graves de dengue se atendían allí los que padecían insuficiencia renal crónica, requeridos de diálisis y a Fidel le impresionó mucho cuando los puncionaban en el vientre para introducirles un catéter. Quiso saber si existía otro procedimiento menos invasivo y la respuesta fue que sí, pero no se contaba con este, por lo que indicó que junto a la sala de terapia intensiva se trabajara para crear lo que se convirtió en el primer servicio de hemodiálisis pediátrica de Cuba.

Puso un gran interés en un pequeño con dengue en extrema gravedad y cuando le dijeron que había muchas probabilidades de que falleciera, respondió: “¡No se puede morir!”

Quien había estado dándoles aliento a las madres que entonces no acompañaban a sus hijos, sino permanecían en otra sala, le dedicó especial atención a la mamá del que estaba muy grave. Recuerdan los médicos que cada cuatro horas se recibían llamadas del Consejo de Estado para conocer su evolución. El pequeño se salvó.

En cuatro meses se ganó la batalla contra el dengue. Fidel lo calificó como una de las más grandes victorias de la salud pública cubana. Al personal del hospital pediátrico de Centro Habana le aguardaba todavía una sorpresa: el 31 de diciembre el Comandante en Jefe los visitó nuevamente. Venía a pasar con ellos el fin de año, en reconocimiento a sus esfuerzos.

Acerca del autor

Graduada de Periodismo. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el …

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