Una cobija de guano, con paredes de yagua y piso de tierra, fue el primer abrigo para la familia Del Toro Segura. La mayor de sus cuatro hijos cuenta que en la finca montañosa La Torcaza, del oriente cubano, tanto o más que café, había guardia rural, plan de machete, crímenes.
Eran ellos tan pobres que Noelbis obtuvo un juguete después del triunfo de la Revolución en 1959. “Fidel me regaló mi primera muñeca, su ropa tenía hilos brillantes, era preciosa. Tuve ese privilegio porque el Comandante en Jefe orientó enviarles regalos a los hijos de los campesinos de la sierra, fervientes colaboradores de los rebeldes en la lucha contra la tiranía de Fulgencio Batista”.
‒ El Líder de la Revolución debe ser para usted como un familiar
“Es mi ídolo, mi padre, lo máximo desde que lo vi en Guisa, cuando él presidió el acto de constitución de las Milicias de Tropas Territoriales. Se acercó a la compañía femenina, dije una consigna y recibí su saludo. Nos preguntó cuál preocupación teníamos las mujeres, le respondimos que necesitábamos un círculo infantil, y él hizo realidad nuestro sueño”.
‒ Entonces, ¿usted es de las personas que puede decirle, gracias Fidel?
“Por supuesto, porque tuve la oportunidad de vivir en su tiempo, de luchar junto a él en el combate del día a día, de hacerme profesional igual que mis hermanos, mi hija, mi nieta que acaba de graduarse de ingeniera biomédica en la universidad de Santiago de Cuba. Eso ni en sueños hubiese sido posible sin el triunfo revolucionario y la generosidad de su guía eterno. Así que ¡muchísimas gracias, Fidel!
Noelbis del Toro Segura tiene razones para agradecerle al Líder Histórico de la Revolución Cubana. La finca La Torcaza, por ejemplo, donde ella tuvo una infancia muy pobre, emprendió vuelo hacia el desarrollo para convertirse en un asentamiento de montaña con asistencia médica, escuela, farmacia y otras obras sociales, en el municipio de Contramaestre, de la provincia de Santiago de Cuba, adonde retorna Fidel en una caravana rumbo a la inmortalidad.