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Fidel en Santiago de Cuba otra vez hecho historia

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Llega el Comandante a Santiago, otra vez a su Santiago amado, esta vez para quedarse por siempre en Santiago.

Tal vez para otros sea cenizas, para el pueblo santiaguero, hoy más rebelde, más hospitalario, más heroico, su líder es historia.

Cada tramo que recorre en la provincia agiganta sus pasos  y como dijo el cantor, llegados de otro confín “una multitud desesperada de héroes de espaldas aladas se han dado cita aquí”.

En Baire, el primer punto por donde pasa la caravana, lo esperan aquellos que el 24 de febrero de 1895, en ese sitio, dieron el Grito de Independencia o muerte que reanudó la lucha contra el colonialismo español, la guerra necesaria a la que convocó José Martí.

A seguidas entra Fidel a Contramaestre y a su paso salen los integrantes de la tropa rebelde que protagonizaron la batalla de Maffo (10 al 30 de diciembre 1958), donde el Comandante barbudo brilló intensamente con estratega militar y político.

No se detiene el cortejo. Arriba triunfal a Palma Soriano, y es como si otra vez resonara su alocución a Cuba, el 1 de enero de 1959, convocando a la Huelga General Revolucionaria bajo la consigna salida de su propia voz: “¡Revolución sí, golpe de estado no!!

Ahí va Fidel, dice el pueblo, y a viva voz lo aclaman: adiós, hasta siempre, yo soy tú… y a la palabra se une el gesto de dolor, y el llanto, y el compromiso de seguirlo, y la bandera, y la esperanza.

Pasa entonces por Melgarejo y un estremecimiento secular acontece. A solo unos metros, en la empinada colina donde el cimarrón señoreó, el Santuario de El Cobre abre puertas y ventanas para que la Patrona de Cuba, morena y mambisa, la Virgen de la Caridad, le de sus bendiciones al Comandante eterno.

Y bendecido avanza el líder con el acompañamiento de su pueblo, y entra a la ciudad de Santiago de Cuba que honrada lo arrebuja, lo resguarda. Él se entrega, otra vez se da a ella. Se mezcla con la gente común, desanda las calles de los barrios humildes, se detiene en el Ayuntamiento, frente al parque Céspedes, donde bien avanzada la noche del 1 de enero de 1959 dijo:

“¡Al fin hemos llegado a Santiago! Duro y largo ha sido el camino, pero hemos llegado. […] La Revolución empieza ahora, la Revolución no será una tarea fácil, la Revolución será una empresa dura y llena de peligros, sobre todo en esta etapa inicial; y ¿qué mejor lugar para establecer el gobierno de la república que en esta fortaleza de la Revolución? Para que se sepa que este va a ser un gobierno sólidamente respaldado por el pueblo, en la ciudad heroica y en las estribaciones de la Sierra Maestra —porque Santiago está en la Sierra Maestra—, en Santiago de Cuba y en la Sierra Maestra, tendrá la Revolución sus dos mejores fortalezas”.

Sigue camino a la gloria pero antes un alto en la Plaza de Marte para escuchar un poema, para ver al niño, a la mujer, al anciano, para hacerse pueblo.

Entonces continúa y reedita su entrada al cuartel Moncada, arriba por la Posta 3, la misma de aquel amanecer del 26 de julio de 1953, y allí están sus compañeros, los que creyeron en él y en aquella osadía de atacar la segunda fortaleza militar más importante del país.

Están José Luis Tasende, Abel Santamaría, Raúl Gómez García, Renato Guitart… está toda la Generación del Centenario, la que no dejó morir al Apóstol.

A solo metros de allí el antiguo hospital civil, el mismo en cuya sala de enfermeras se dio el juicio del Moncada, el mismo que escuchó aquel alegato de autodefensa del joven abogado Fidel y aquella sentencia que hoy se esparce por todos lados y se hace cierta: “¡Condenadme, no importa, la historia me absolverá!”.

Y así, absuelto por la historia, en este 3 de diciembre, hace una parada final en la plaza de la Revolución Antonio Maceo, un alto en la largo camino de la caravana victoriosa que lo trajo hasta Santiago de Cuba, un alto para ver al pueblo reunirse y honrarlo unido a muchos que desde varios países han llegado aquí para tributarle un adiós.

Mañana, definitivamente, llegará al cementerio de Santa Ifigenia, junto a Martí, Céspedes y tantos otros héroes y heroínas de la patria para como ellos, pasar a la inmortalidad y definitivamente hacerse historia.

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