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Nadie se quede callado

Por: Alejandro Leonardo Benítez Guerra, estudiante Periodismo

Me siento honrado de ser hijo de un pueblo que da hombres como Fidel Castro, pero estoy aún más orgulloso de ser parte de un pueblo que sabe rendirle tributo.

Es que cuando aprietan las palabras en el pecho, es imposible ignorarlas. El silencio de Fidel se ha convertido en el grito de un país y un planeta, nadie permanece indiferente, nadie quiere quedarse callado.

Salga usted a la calle. Fidel está en los edificios, en la gente, sobre todo en la gente. Por estos días he podido observar el testimonio de un pueblo eminentemente fidelista. Cubanos de todas las edades y estratos sociales han querido expresar sus sentimientos hacia el líder, y hablar de su Fidel, porque todos –incluso los que no lo conocimos personalmente─ tenemos un Fidel propio, nuestro, que siempre recordaremos.

El pueblo ha demostrado, a aquellos que lo ponían en duda, su profunda vocación revolucionaria. Una juventud no perdida,  adultos, ancianos y niños se han  manifestado en los medios, redes sociales, o en lo privado, que a veces vale más.

La gente no lo va a dejar morir. Las miles de personas que fueron a verlo al Memorial, que se concentraron en la Plaza, que firmaron el compromiso eterno y lo despidieron en la Caravana, protagonizan un hecho sin precedentes, porque así es Fidel, único e imperecedero.

A todos ha llegado y en todos se ha quedado: científicos, intelectuales, maestros, teólogos, cubanos, extranjeros, hombres comunes y jefes de Estado.

He visto pasar la Caravana que llevará las cenizas del Comandante a su descanso definitivo. Fidel no estaba allí, sino en el mar de pueblo que lloraba a su paso y coreaba su nombre.

 

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