Ivelice recuerda a Fidel como el hombre que amó a la humanidad y a ella dedicó sus esfuerzos. Fotos: de la autora
Cuando todo un país permanece consternado por la desaparición física de su líder, miles de granmenses asisten a rendirle póstumo homenaje, el cual no significa un adiós.
Visibles lágrimas se hacen incontenibles ante la figura, siempre majestuosa, de quien fuera maestro y padre de generaciones, dentro y fuera del archipiélago.
Más de mil 150 lugares sirven hoy en Granma para rubricar el alto compromiso de los cubanos con la Revolución y su Comandante en Jefe.
Hasta uno de estos llegó en horas tempranas Ivelice Gala Valiente, evidentemente emocionada y con un manojo de flores para depositarlas ante la imagen de quien definiera como su dios.
“En 1980 fui miembro del Comité Central –relata– y tuve el privilegio de conversar varias veces con él. En sus ojos podías ver cuánta bondad albergaba y su amor infinito por la humanidad.
“Cuando merecí la medalla Jesús Menéndez, fue el Comandante quien me la puso en el pecho y luego me estrechó en un fuerte abrazo. Son recuerdos imborrables.
“Fidel nos dio la posibilidad de que los negros tuviéramos dignidad, pues en otros gobiernos no valíamos nada. Por eso su huella será eterna, porque fue un gran hombre que no hemos perdido ni perderemos jamás mientras conservemos este suelo patrio”.