Supe de su corta visita e imaginé el motivo. La noticia del fallecimiento del Comandante Fidel Castro le hizo tomar un avión desde México hasta Cuba. Su relación con la Isla y con ese gran hombre viene de años antes, cuando comenzaba a soñar su iglesia en este archipiélago. Por ello, a Su Eminencia Athenágoras, Arzobispo ortodoxo de la Metrópolis que incluye a Cuba, el hecho le tocó hondo.
Nuestro encuentro fue pactado para las once de la mañana en la oficina de la Iglesia Ortodoxa en La Habana, situada en los jardines Madre Teresa, a un lateral del antiguo convento, hoy museo, San Francisco de Asís. El lugar transmite siempre un halo místico, mas este lunes, además de esa sensación de encontrarse en un espacio onírico, el sitio parece inundado por la tristeza.
La dependencia es pequeña y enseguida salta a la vista un grupo de retratos colgados en una pared sin más ornamentos. En ellos sobresale la figura que va de verde olivo y con la barba inconfundible, acompañada de varias personalidades de la comunidad ortodoxa mundial, entre ellas, Su Toda Santidad Bartolomé, Patriarca Ecuménico de Constantinopla y el Arzobispo que ahora me atiende.
Su Eminencia Athenágoras me habla de su visita oficial a nuestro país en 2003 cuando se reunió con el entonces Presidente cubano y recibió de sus manos la carta donde invitaba a Su Toda Santidad Bartolomé a consagrar el templo que se inauguraría pronto como regalo del gobierno cubano.
“En ese contacto recuerdo que expresé mi agradecimiento por su gentileza y él me respondió: «No Eminencia, nosotros agradecemos a ustedes por la llegada de la ortodoxia a Cuba». Luego me regaló una cruz y para poder ponérmela, tuve que soltar el bastón que usamos los obispos de la iglesia ortodoxa como símbolo de la fuerza espiritual y pastoral que debemos tener; entonces, él lo sostuvo y al terminar le dije un poco en broma: «Comandante, usted es un fiel; usted es un ortodoxo comunista».
Entonces le expliqué que ese bastón representa la responsabilidad paternal de un obispo hacia sus fieles y que quería dárselo porque él era un padre para el pueblo cubano. Él lo aceptó diciendo que lo tuviera conmigo hasta que me subiera al coche y después lo tomó. Ese fue mi primer encuentro con Fidel, mi primera oportunidad de conocer la magnitud del alma y el corazón de este hombre”.
Luego de esa cita se sucedieron otros momentos en que el metropolitano Athenágoras pudo compartir con la noble persona, como lo califica.
“En una de las cenas él me preguntó sobre el Monte Athos, pues no entendía cómo algunos hombres y mujeres podían pasar a la vida monástica. Ese día discutimos por un largo rato. Era muy inteligente y le prestaba mucha atención a los detalles, a las personas que estaban a su lado, a quienes siempre les mostraba respeto. Aún estoy impresionado por este hombre y por el amor que le tenía a su pueblo”.
Aunque antes del Triunfo de la Revolución en la tierra caribeña existió una iglesia ortodoxa, después de 1959 los fieles salieron del país y su espacio, ubicado cerca del cementerio de Colón, fue otorgado a un grupo de teatro. Tras varios años de ausencia, comienzaron los trámites para la construcción del nuevo templo a través de la Oficina de Asuntos Religiosos y por mediación de Eusebio Leal.
“En 2001, mientras paseábamos por este jardín, Eusebio me preguntó si quería construir una iglesia en este espacio. Para mí eso fue un milagro, así que le pregunté qué podía ofrecerle como símbolo de gratitud; él me pidió que le trajera una cruz bendecida por Su Toda Santidad, además de prometerle la presencia del Patriarca Ecuménico para consagrar la iglesia. En ese momento, le pedí que Fidel estuviera igualmente ese día para entregar la llave, y así fue.
Todo eso fue posible gracias al Comandante, quien aceptó construir el templo y asumió todos los gastos. Ningún otro país, ningún otro presidente hizo algo así. Cuba me regaló una iglesia. Fidel me regaló una iglesia. Estoy aquí para agradecerle todo lo que hizo por nosotros”.
El Arzobispo conversa desde lo profundo y voy descubriendo el relato a través de las fotografías.Las últimas palabras de la entrevista transcurren a media voz.
“Es difícil expresar mi sentir por él, porque conocí a un hombre muy digno, noble y amado por Cuba. Él me regaló el obsequio más grande que he recibido en mis 20 años de Arzobispo en América Central: la Catedral de San Nikolás de Myra. Por eso no puedo pronunciar nada más que mi profundo agradecimiento”.