He dejado atrás la Plaza, el sitio donde pronunciaste cientos de discursos y ahora te rinde honores. He visto a ancianos enjugarse las lágrimas y no poder hablar; a hombres esconder el rostro para no sentirse vencidos por la tristeza. He sentido el llanto de las mujeres y la inocencia de los niños.
He dejado atrás la Plaza, acabo de llegar con la convicción profunda de que ahora más que nunca es tu pensamiento inmortal y tu obra imparable.
¡ Cuánto te quiere el pueblo, Fidel ! Y me reconforta saber que en vida lo sentiste. Hoy los habaneros te rinden honores ante el monumento del Apóstol, quien fuera tu inspirador y guía.
Vi a ancianos, doctoras y maestras, diplomáticos y ministros. Vi flores blancas adornando esa bella imagen tuya en la Sierra Maestra con una mochila de guerrillero en la espalda, y donde no faltó el concepto de Revolución; quizás el más repetido en los últimos tiempos.
Todavía la gente no cree la noticia. Muchos confiesan que “algún día sería”, “que como ser humano la muerte llegaría”. Pero resulta difícil de entender cuando queda tanto por hacer todavía.
Al silencio de estos días se suma hoy el homenaje solemne, el último adiós a ti, Comandante en Jefe, Comandante de un pueblo que dignificaste, le entregaste las armas del saber y una absoluta confianza.
Allí, llorosos y sorprendidos, estaban muchos de tus compañeros de lucha, de la Sierra y del llano, y otros que junto a ti contribuyeron a llevar adelante tu obra durante todos estos años.
Allí, junto a tu ejemplo que no morirá nunca, están los estudiantes y los jóvenes, los intelectuales, los obreros y los campesinos, la gente más desposeída que tú diste luz y alzaste hasta los sitios más insospechados. ¡Fidel, descansa en paz, el pueblo y el mundo están contigo!
