La profesora María Teresa Ferrer Madrazo se resiste a hablar en pasado. Ha sido tan doloroso e inesperado el hecho de la desaparición física del Comandante en Jefe que, aun al paso de los días, siente una angustia permanente.
Con él tuvo vínculos muy cercanos, pues a partir del curso escolar 2000-2001 dirigió la escuela Revolución Húngara de 1919 para la formación de maestros primarios; tema al cual el líder histórico de la Revolución siempre le otorgó una extrema prioridad.
Empezamos el 17 de septiembre del 2000, y aunque el programa concluyó en el 2012, el peso extraordinario fue hasta el 2002. El 2 de septiembre de ese año se graduaron los maestros emergentes formados en el país, en un acto que tuvo lugar en el teatro Karl Marx y que fue clausurado por Fidel, contó la también Doctora en Ciencias Pedagógicas.
“Es en esta formación emergente donde se revitaliza la figura del tutor, aunque siempre había existido. En este período, dadas sus orientaciones, se instauran las aulas con 20 niños en la educación primaria.
“Desde ese punto de vista tuve la posibilidad de interactuar con el Comandante en varias ocasiones; de responder determinadas cuestiones, argumentar criterios que él expresaba y explicar cómo nosotros —éramos 50 maestros, incluido el consejo de dirección— logramos en apenas seis meses formar a los muchachos para que comenzaran su trabajo”.
Ferrer Madrazo resaltó que en todo ello había un elemento esencial, que era la motivación de los estudiantes y el compromiso que siempre ha sentido la juventud cubana por las tareas asignadas por Fidel. Eso coadyuvó al éxito de la misión.
“Su presencia, entrega y orientación; la fiscalización con métodos sutiles y delicados, pero sistemáticos, trajo consigo avances. También influyó el hecho de que la escuela estuviera situada en Melena del Sur, el primer municipio que concluyó el proceso de alfabetización, lo cual fue muy significativo.
“¿Las enseñanzas de Fidel?, con atender lo que él decía bastaba. Con él aprendí a ser más ecuánime, a controlar de otra manera, admiré el valor que le daba a cada persona. Siempre digo que la posibilidad que me dio este programa de formación emergente de maestros, y mi condición de delegada del Poder Popular durante 10 años, han sido momentos decisivos en mi formación como profesional y como persona.
“Sus ideas no van a morir nunca, y aquellos que en un momento determinado querían que eso sucediera, ahora no les queda más remedio que asimilarlas, pues se han inmortalizado. Desde mi condición de maestra, esta dura realidad que ha conmovido a nuestro pueblo y a otros del mundo, me obliga —a pesar de mi juventud acumulada— a dar cada día lo mejor de mí, porque el ejemplo que nos ha dejado no ha sido otro”.