Por Rommell González Cabrera
Lo supe por mi hija. Papá, falleció Fidel, me dijo en un tono de voz inusual. Recordé entonces cuando le expliqué por qué le consideramos el líder de la Revolución. Entonces estudiaba para un concurso de historia.
Fui al balcón de mi casa, justo enfrente al Mausoleo a los Mártires de Artemisa. Y allí estaba Mabel Martínez, su directora desde el año 2000. Tenía que verla, pues ella atesora el recuerdo de dos visitas del Comandante al histórico monumento. Aunque conmocionada y nerviosa, accedió a la entrevista.
Cuenta que lo conoció en persona el 23 de noviembre de 2001. En esa ocasión también dialogó con trabajadores del Joven Club de Computación y Electrónica 2, y compartió con estudiantes y maestros de la escuela primaria Carlos Rodríguez Careaga.
El 24 de julio de 2010 Mabel sintió una emoción diferente. Ese día, inolvidable para los vecinos de La Matilde, consejo popular que acoge al Mausoleo, Fidel estrechó sus manos, conversó con combatientes artemiseños, contó anécdotas, habló de la acción del Moncada, escribió en el libro de visitas: “Con infinita emoción y gratitud” y, como de costumbre, saludó al pueblo que se aglomeró en las afueras.
“Cuando me ven muchos me asocian al Comandante pues lo conocí personalmente y eso me llena de orgullo. La muerte es siempre triste. Pero los hombres como Fidel pasan a otra dimensión en la que siempre estarán por su ejemplo personal, inteligencia y carisma”.
“Fidel, dijo Mabel, permanecerá junto a sus compañeros del Moncada, con los campesinos y trabajadores, en especial los del Mausoleo que, como Carlos, le conocieron. Estará en el corazón de Marlon Méndez, el niño de San Antonio de los Baños que colecciona sus fotos, en las lágrimas de Mirtha Castañet, derramadas aquel 24 de julio de 2010 cuando lo vio de cerca, en la sonrisa de los niños artemiseños que seguirán su ejemplo”.