Antes de las 10 de la mañana ya estaban los tres frente al Capitolio Nacional (por cierto, sede ya de la Asamblea Nacional del Poder Popular) y allí encontraron, como cada año, a los andarines habituales del maratón más grande que se organiza en nuestro país, con arracada simultánea gracias al tic-tac de la emisora Radio Reloj.
Por supuesto, conocen que el domingo será la XXX edición de Marabana, pero ellos quieren calentar las piernas y sentir que la fatiga, el sudor y los dolores no se apoderarán de ellos cuando horas más tarde les toque correr 10 kilómetros a la joven Camilia y media maratón (21 kilómetros) a sus padres.
En las calles habaneras, con sus dorsales a las espaldas, no les importará la frescura anunciada para las primeras horas de la mañana dominical de este 20 de noviembre; el salitre que siempre se cuela cuando se corre por el Malecón, o las empinadas crestas del Vedado, conspiración geográfica del circuito puesta para resistir.
Ernesto, Ana y Camila solo piensan en cumplir el recorrido, en vencer otra prueba de vida, en hacer del maratón un espacio único para compartir salud y ejercicios. Y así lo consiguieron en Maracuba, como lo harán en Marabana. Quizás al cruzar la meta, decenas de corredores lo hicieron antes que ellos, pero su sentimiento de ganadores los acompañará igual.
Y ese principio es uno de los que engrandece estos maratones, pues hasta el último que arriba recibe el aliento y la felicitación de los organizadores y el público, dado que es el premio al esfuerzo, al sacrificio, la tenacidad, y el valor.
Para los fundadores de Marabana, este tercer domingo de noviembre tendrá una especial significación, pues cuando comenzó esta idea, con una media maratón en los alrededores de la Ciudad Deportiva, pocos pensaron que en la 30 edición la cifra de participantes se acercaría a los cinco mil andarines de más de cien naciones, tal y como ocurrió este año.
A Carlos Gattorno y su equipo de trabajo pueden quedarles muchas insatisfacciones y cosas por perfeccionar, pero es indiscutible que tanto Maracuba como Marabana ha permitido no solo tener ya campeones regionales y panamericanos de maratón, sino mejorar la salud de un pueblo entero, conscientes de la importancia de un ejercicio físico tan integral como correr.
La historia de Ernesto, Ana y Camila pudiera ser la de miles de familias. Para ellos, como para los millones que salieron a correr este fin de semana, el deporte sigue siendo un derecho y una forma única de crecer como seres humanos.