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La victoria de Trump: una aproximación preliminar (II parte)

Luis René Fernández Tabío y Hassan Pérez Casabona *

Donald Trump festeja su victoria en las primeras horas.

A solo unas horas del casi nulo vaticinado triunfo del candidato republicano Donald Trump, continúan los análisis en múltiples direcciones.[1] Lo trascendente, en nuestra apreciación, es ir más allá de la cuestión fáctica para aproximarnos a las razones sustantivas que, de una u otra manera, determinaron el curso de los acontecimientos.

Resulta importante desentrañar el lugar que ocupa el proceso electoral dentro del sistema político de Estados Unidos. Las elecciones son un momento singular, donde se ponen de manifiesto las tendencias latentes en los distintos niveles de la sociedad, y emergen las contradicciones esenciales dentro de las diferentes coaliciones que son cortejadas por los dos partidos dominantes de la clase política en el país: Republicanos y Demócratas. A lo que se suma la concepción de reality show a lo largo de todo el proceso, tendencia que se acentuó en el 2016.

Ellas no están concebidas para representar las aspiraciones de las grandes mayorías. El sufragio indirecto es un mecanismo en ese sentido que hace posible, como sucedió en esta oportunidad, que el llamado voto popular no determine la elección, la cual se dirime a través de los relacionados con el colegio electoral. [2]

En realidad ese sistema tangencial de escoger al mandatario facilita preservar el status quo, garantizando que el gobierno se mantenga en manos de la clase dominante que rige los destinos de esa nación, específicamente la élite financiera que la encabeza.

Recordemos que, dentro de la democracia liberal capitalista, las personas adquieren determinado relieve apenas durante el período electoral, reduciéndose la labor ciudadana a los  comicios y no a la participación consciente y sistemática en el diseño y ejecución de acciones, encaminadas a satisfacer las demandas de las grandes mayorías.  Las contradicciones políticas, económicas y sociales que se aprecian, en un país multiétnico, multirracial, multireligioso, y profundamente dividido, no encuentran solución en ese sistema creado por los Padres Fundadores. [3]

Dicho entramado no fue diseñado con ese propósito, sino para la defensa del capitalismo liberal. El llamado “Credo americano” se nutre de los sentimientos de superioridad estadounidense a escala global, permeado además por una visión mesiánica dentro del imaginario colectivo, que entronca con la percepción que tienen de sí mismos desde la etapa primigenia de esa nación. [4]

El soporte del mismo descansa sobre dos partidos fundamentales, si bien ello es cada vez más cuestionado. La contienda que recién concluyó se presentó como una “elección crítica” -lo que implicó un realineamiento de esos conglomerados- sin que ella decretara la defunción de ese sistema. [5]

A dichas formaciones se añadieron otras menores como el Partido Libertario, con el candidato Gary Johnson, y los ecologistas, con Jill Stein, que en alguna medida lograron atraer  a sectores desencantados con el sistema bipartidista.

En una rápida mirada a estas dos agrupaciones complementarias, observamos con relación a la primera de ellas, que los libertarios cuentan con poco más de 400 000 afiliados en toda la Unión. Surgieron en 1971 y tienen como inspiración las ideas de la filósofa y novelista estadounidense de origen ruso Ayn Rand. Sus miembros reclaman permitir a los individuos ser lo más libres e independientes posible. Su lema central es: “mínimo gobierno, máxima libertad”.

Sus simpatizantes consideran que cada persona tiene el derecho a controlar su propio cuerpo, su comportamiento, discurso y su propiedad; y que el papel del gobierno debe ser ayudarles a defenderse por sí mismos del uso de la fuerza y del fraude. Como muestra del peso que le atribuyen a la salvaguarda de las libertades individuales, James Weeks, uno de los candidatos que aspiraba llegar a la dirección del partido durante la convención de Orlando -en la que se escogió a Gary Johnson como el representante definitivo- subió al estrado con traje y corbata y en lugar de dar un discurso realizó un striptease.

En un ejemplo claro del reciclaje político estadounidense, Johnson fue antes miembro del Partido Republicano y actuó como gobernador de Nuevo México por esa formación entre 1995 y 2003. Fue una de las primeras figuras que abogó por la legalización de la marihuana. El mejor resultado de los libertarios ocurrió en 1980, con el 1,07 % de los votos, aunque en el 2012 alcanzaron 1, 2 millones de boletas. Encuestas realizadas previas al 8 de noviembre, estimaban en esta ocasión alrededor del 10 % de los sufragios favorable a ellos.

Sobre la segunda, vale la pena traer a colación las valoraciones del politólogo canadiense Arnold August, concedidas  hace unas jornadas a Punto Final. “Me refiero a la candidatura del Partido Verde -que ha logrado despegar después de que Bernie Sanders apoyó el nombramiento de Clinton-, compuesta por la candidata presidencial Jill Stein, y como vicepresidente, Ajamu Baraka, corresponsal del Black Agenda Report y Counter Punch -uno de los sitios alternativos más importantes de Estados Unidos-. Baraka declaró que su intención es perpetuar el legado de W.E.B. Du Bois y Malcolm X, dos de los revolucionarios más importantes de la historia de los afroamericanos progresistas. Esta coalición creciente también incluye al movimiento Black Lives Matter, que algunos describen como cada vez más socialista.” [6]

El presidente como figura central del sistema.

Donald Trump y Barack Obama, en el primer encuentro en la Casa Blanca.

Es preciso subrayar la significación de la presidencia de Estados Unidos. No se puede ignorar que el poder Ejecutivo, encabezado por quien ocupa el Despacho Oval, es crucial; con independencia del equilibrio y balance entre las diferentes ramas y las funciones que le otorga la Constitución a cada una de ellas. Máxime desde la doble condición que este ostenta de figura cumbre en política exterior y Comandante en Jefe del mayor aparato militar de la historia.

Es necesario reiterar que tanto demócratas como republicanos son desgajamientos de un mismo tronco y que comparten la mitología del Destino Manifiesto, cuya finalidad es preservar un sistema de dominación mundial, en defensa de sus intereses económicos, políticos y de “seguridad nacional”.

Ello explica por qué, más allá de las divergencias en diversos asuntos, sea cual fuere el presidente, o la composición del Congreso, ambos partidos comprenden que deben tener concertación en los asuntos cardinales, so pena de socavar las bases del sistema, hacerlo disfuncional y realzar sus crisis.

Un claro ejemplo fue en el mencionado caso de la querella que sobrevino a la “ilegal” victoria de George W. Bush frente a Al Gore, la cual fue resuelta sin sobresaltos dentro de las reglas establecidas por ese ordenamiento. El vicepresidente Gore, mucho más preparado que el millonario tejano, comprendió que si iba contra la determinación de la Corte Suprema pondría en entredicho las bases estructurales del sistema político y ello no era viable.

Prevaleció una aspiración supra, de carácter nacional, sobre la filiación partidaria. La manera en que él y sus correligionarios aceptaron el revés evidencia la compatibilidad entre ambas agrupaciones, en cuanto a ciertos valores y principios fundacionales, así como a los temas estratégicos que le otorgan estabilidad. [7]

En el contexto actual, apenas finalizada la contienda, tanto Hillary como Trump, e incluso el propio Obama, hicieron llamados a respaldar los resultados y tejer un apoyo en torno al presidente electo que permitiese hacer avanzar al país.

Resumiendo sobre estas cuestiones, la división política contenida y expresada durante el ciclo electoral que se cierra en 2016 tuvo como dilema central poner a prueba la capacidad del sistema de ajustarse y sobrepasar sus contradicciones, o seguir manifestando estancamiento y falta de funcionalidad, para regir los destinos de la nación en la etapa contemporánea. Este riesgo actuará como sombra y desafío para la administración que se instalará en la Casa Blanca el próximo 20 de enero.

* Fernández Tabío es Dr. En Ciencias Económicas y Profesor Titular del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana y Pérez Casabona es Lic. En Historia; Especialista en Seguridad y Defensa Nacional de la misma institución.

Notas, citas y referencias bibliográficas.

[1] Por estos días adquirió gran notoriedad el artículo divulgado por Michael Moore el 29 de julio en que, mediante una evaluación integral de numerosos factores, aseguró que el próximo presidente sería Donald Trump. Con la sagacidad que le caracteriza, el destacado cineasta, uno de los pocos que puso el dedo en la yaga sobre la posibilidad real del triunfo del candidato republicano, señaló en un trabajo que muchos catalogaron entonces como demasiado pesimista, que: “Queridos amigos, esto no es un accidente. Es la realidad. (…) Así que en la mayoría de las elecciones es difícil que el porcentaje de participación llegue siquiera al 50%. Y ahí yace el problema de noviembre: ¿quién va a conseguir que los votantes más motivados acudan a las urnas? Saben la respuesta a esa pregunta. ¿Quién es el candidato con los simpatizantes más furibundos? ¿Quién tiene unos fans capaces de levantarse a las cinco de la mañana el día de las elecciones y de ir molestando todo el día hasta que cierren las urnas para asegurarse de que todo hijo de vecino vote? Efectivamente. Ese es el nivel de peligro en el que nos encontramos. Y no se engañen: ni los persuasivos anuncios de televisión de Hillary ni el hecho de que se le desenmascare en los debates ni que los libertarios le quiten votos van a servir para detener a Trump”. Doce años antes el propio autor de Bowling for Columbine  reflexionó en uno de sus libros, sobre varias confusiones que operan en la mente del ciudadano común estadounidense. “Mira, soy consciente de que en un determinada época ser republicano y votar a los republicanos parecía la única garantía de hacerse ricos Pero en la actualidad no funciona así. (…) Ahora mismo, las 13 000 familias  que forman el 0,01 % mejor situado controlan  el equivalente a las riquezas de los veinte millones más pobres. Además, mientras quienes viven en el 1 % mejor situado han disfrutado de un aumento en sus ingresos del 157 % durante los últimos veinte años, la clase media solo ha conseguido un aumento del 10 %. (…) Ese grupo de republicanos al que dices pertenecer no tiene nada que ver contigo”. Ver: Michael Moore: “El próximo presidente de EEUU será Donald Trump”, en: http://www.cubadebate.cu/noticias/2016/07/29/michael-moore-el-proximo-presidente-de-eeuu-sera-donald-trump/#.WCOyd9UrPcc y Michael More: ¿Qué han hecho con mi país?, Ediciones B, Barcelona, 2004, p. 207.

[2] Sobre este aspecto, y sus implicaciones en lo concerniente al diseño de la política exterior estadounidense,  se pueden consultar diferentes textos. Uno de los que con mayor frecuencia se emplea en varias universidades norteamericanas es American Foreign Policy, de la autoría de Charles W. Kegley Jr., y Eugene R. Wittkopf. Específicamente debe examinarse (en la quinta edición preparada por St. Martin ´s Press, New York, 1996) la parte V, capítulo 10,  “Govermental Sources of American Foreign Policy”, pp. 338-377.

[3] En un artículo donde examinó cuestiones de fondo sobre este tema, aparecido el propio día de las elecciones en The New York Times, Paul Krugman apuntó: “Resulta que hay un gran número de personas —blancas, que viven principalmente en áreas rurales— que no comparten para nada nuestra idea de lo que es Estados Unidos. Para esas personas, se trata de una cuestión de sangre y tierra, del patriarcado tradicional y la jerarquía étnica. Y resulta que hubo muchas otras personas que podrían no compartir esos valores antidemocráticos que, sin embargo, estaban dispuestas a votar por cualquiera que representara al Partido Republicano. No sé qué nos espera. ¿Estados Unidos ha fallado como Estado y sociedad? Todo parece posible. Creo que tendremos que levantarnos y tratar de encontrar la forma de continuar, pero esta ha sido una noche de revelaciones terribles y no considero que sea un exceso sentir tanto desconsuelo”. Ver: “Estados Unidos, nuestro país desconocido”, en: http://www.nytimes.com/es/2016/11/08/nuestro-pais-desconocido/

[4] Elementos iniciales de la identidad se definieron en términos de raza, etnia, cultura y sobre todo religión.  El grupo fundacional de colonos era integrado mayoritariamente por blancos, anglosajones y protestantes.  A ello se agregaba el llamado, “Credo americano, con sus principios de libertad, igualdad, derechos humanos, gobierno representativo y propiedad privada”: Samuel P. Huntington: ¿Quiénes somos? Los desafíos a la identidad nacional estadounidense.  PAIDÓS.  México, 2004, p. 62 – 65.

[5] Esta idea la refrenda también Ramón Sánchez-Parodi Montoto. “La conclusión más importante… a pesar de la crisis del sistema electoral bipartidista, es que tanto el Partido Demócrata como el Republicano mantienen en el ámbito de los estados el control y el predominio sobre la maquinaria y el mecanismo electoral”. Ver “Elecciones en Estados Unidos. Una mirada a los números”, en Granma, viernes 11 de noviembre de 2016, p. 8.

[6] Árnaldo Pérez Guerra, entrevista a Arnold August, en: htp://cubaendefensadelahumanidad.blogspot.com/2016/11/entrevista-arnold-august-elecciones-del.html

[7] En un interesante análisis sobre el escenario después del 8 de noviembre el presidente del  Council of Foreign Affairs, destacó la necesidad de ambos partidos de trabajar juntos, en un país dividido, con independencia de quien fuera el ganador. Richard Haass: “America After the Election”, en: https://www.project-syndicate.org/commentary/america-after-presidential-election-by-richard-n–haass-2016-10

 

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