Al cierre de esta edición se daban a conocer los premios del XII Concurso Nacional de Coreografía e Interpretación Danzan Dos, que convoca en Matanzas la compañía Espiral.
Desde el pasado 19 de septiembre, bailarines, coreógrafos y especialistas de todo el país se reunieron en una de las citas más interesantes de las artes escénicas cubanas, de las poquísimas con carácter competitivo en el panorama nacional.
Abierto a todas las expresiones de la danza, al Danzan Dos acuden sobre todo exponentes de las más contemporáneas vertientes, con claro predominio de las compañías asentadas fuera de la capital: el Ballet Contemporáneo Endedans (Camagüey), Ballet de Cámara de Holguín, Danza del Alma (Villa Clara)…
Aunque también se contó con la presencia de jovencísimos intérpretes que cursan estudios en la Universidad de las Artes.
Que una figura como Isidro Rolando, Premio Nacional de Danza 2009, presida el jurado de esta edición, habla del prestigio de un encuentro que va mucho más allá de la mera representación de las obras en concurso.
El Danzan Dos deviene plataforma múltiple: por un lado los talleres de reconocidos coreógrafos y maestros; por el otro, las sesiones teóricas, que permiten el diálogo entre creadores y críticos; como columna vertebral, las funciones en el teatro Velasco (con lleno total todos los días); y por último —y nunca menos importante—, los espacios de intercambio más o menos formal entre los participantes.
A la danza cubana le hace falta que sus hacedores se vean las caras con mucha más frecuencia.
El concurso —que en gran medida le debe su existencia y pujanza al ímpetu y la dedicación de la maestra Liliam Padrón— está dedicado específicamente al trabajo del dúo, formato esencialísimo de la danza.
Son solo dos bailarines en la escena (mujer y hombre, hombre y hombre, mujer y mujer)… y a partir de ahí se abre el gran abanico.
Hay que decirlo: fue notable el desnivel entre las obras en competencia. Algunas no parecen lo suficientemente conseguidas.
Pero el certamen, proponiéndoselo o no, funciona también como laboratorio para jóvenes coreógrafos (o aspirantes a coreógrafos), que difícilmente puedan acceder a los circuitos muy convencionales.
Más allá de las bondades de la cita para el movimiento danzario cubano, hay otra satisfacción: la gran acogida del público. Matanzas, ciudad culta, está a la altura de la convocatoria.
El lema de esta edición fue muy sugerente: La danza como universo, progreso y democracia. Habla, en definitiva, de romper muros, de que el arte no se quede en cumbres elitistas, que participe en el debate público y que contribuya a hacernos la vida más agradable. ¿Les parece poco?