Amanecía el primero de enero de 1959 cuando se produjo el triunfo de la Revolución cubana, había caído la tiranía proestadounidense de Fulgencio Batista y Zaldívar.
Millones de personas lo celebraban en calles y plazas al tiempo que Fidel Castro Ruz alertaba: De ahora en lo adelante, todo puede ser más difícil.
O sea, si hasta aquí la lucha había sido fundamentalmente contra gobiernos nacionales corruptos y sus aparatos represivos, a partir de ese momento se enfilaría también hacia la potencia extranjera que dominó la vida nacional.
Comenzaría el fin del poder neocolonial en el país antillano y ello, unido a la puesta en marcha de un programa de justicia social a favor de la inmensa mayoría, fijó el “pecado original” del proceso revolucionario.
Washington no perdonó entonces, ni perdona hoy, ni perdonará alguna vez, ambos hechos, pero ha tratado de enmascararlo con distintos pretextos.
Sabiendo que en la exneocolonia nacida el 20 de mayo de 1902 casi todos sus abastecimientos dependían del mercado estadounidense, desde 1959 echaron a andar un bloqueo para asfixiarla.
Quizás el ángulo menos tratado sobre la imposición de este cerco durante varias administraciones de Estados Unidos sea cómo fue su inicio.
Habían transcurrido unas tres semanas del triunfo de la Revolución, cuando el 22 de enero salió por primera vez a escena el tema de un posible bloqueo del Gobierno de los Estados Unidos a Cuba.
Correspondió a un representante de los medios de difusión masiva de México preguntar en una conferencia de prensa que ofreció Fidel Castro Ruz, cuál sería la posición de La Habana ante un posible bloqueo económico auspiciado desde la Casa Blanca.
“Tomaremos —contestó el dirigente revolucionario— las medidas que las circunstancias demanden”.
Durante el resto del mes, apenas a 30 días del triunfo de la insurrección, se perfiló con más nitidez el creciente malestar estadounidense por el rumbo que iban tomando los asuntos del país.
A la vez, empezó a insinuarse la posibilidad de que una parte de la cuota azucarera que La Habana vendía tradicionalmente a Washington, fuese bloqueada.
El diario Journal of Commerce, editado en Nueva York, comentó de forma adversa la reforma arancelaria que anunció el ministro cubano de Hacienda.
“Las reformas proyectadas por Fidel Castro Ruz, en el Sistema Arancelario de Cuba —escribía—, podrían tener repercusiones importantísimas sobre el comercio entre ese país y Estados Unidos”.
Después advirtió que otros productores latinoamericanos desearían una cuota azucarera más alta en el mercado del Norte.
La publicación recordó que “bajo las enmiendas introducidas en la Ley Azucarera de 1956, Cuba perdió parte de esta sabrosa torta cuando los aumentos del consumo azucarero estadounidense fueron asignados en mayor escala a la industria nacional”.
Al salir el referido comentario del Journal of Commerce, Estados Unidos obtenía ya entre el 75 y el 80 % de las compras de Cuba en el exterior.
El 4 de febrero, Fidel Castro Ruz respondió las maquinaciones intimidatorias que levantaban cabeza en el norte del hemisferio.
Sobre eventuales represalias económicas que pudiese adoptar la Casa Blanca contra decisiones internas ejecutadas o proyectadas en su nación, aseguró:
“Si toman medidas económicas, que las tomen. Nosotros hallaremos soluciones… que no nos digan que van a rebajar la cuota azucarera. El pueblo cubano unido encontrará la salida a cualquier situación, haciendo todos los sacrificios que fueran necesarios.
“Nada se opondrá a la reforma agraria, a la industrialización del país”.
Más tarde, en un discurso que pronunció ante trabajadores de la transnacional estadounidense Shell, el líder cubano advirtió:
“La reforma agraria no lesionará muchos intereses, pero sí poderosos intereses dentro y fuera del país”.
Y anticipando de nuevo la etapa que se vislumbraba, dijo:
“Por eso nosotros tenemos la seguridad de que la reforma agraria va a ser una batalla muy dura”.
Tuvo razón. A partir de la firma de esa ley, que entre otras ventajas benefició a alrededor de 250 mil campesinos, Washington lanzó una descomunal embestida contra Cuba que solo ha variado en sus formas pero nunca en su esencia.
Al centro de esta, su columna vertebral, el bloqueo económico, financiero y comercial disfrazado bajo el término de “embargo”, el más largo de la historia.
Todos los Innovadores de la Empresa de Cigarros Ramiro Lavandero Cruz, del Municipio de Ranchuelo ratificamos el NO AL BLOQUEO GENOCIDA que mantiene Estados Unidos SOBRE nuestro pais, cumpliendo los planes de producción con la inventiva creadora ya que no tenemos piezas de repuesto pues por causa del bloqueo estas no llegan a nuestro país pues el 60% de estas piezas son importadas, por lo que la maquinaria tiene un envejecimiento fisico y moral y los innovadores de nuestra Empresa se crecen ante esta situación y mantienen esta maquinaria trabajando y produciendo aun sin llegar estas piezas de repuesto.