Año 1963. Las calles aledañas a la sede nacional de la Central de Trabajadores de Cuba se convirtieron en escenario de un hecho nunca antes visto: 22 pabellones expositivos mostraban a la población las innovaciones más destacadas realizadas por los obreros para mantener funcionando las industrias.
Se le llamó Exposición del Trabajo Creador y fue una demostración inequívoca de que ante la proclama presidencial emitida un año antes por el Gobierno de Estados Unidos que decretó el bloqueo a la Mayor de las Antillas en un intento por asfixiar a la Revolución, los cubanos habían aplicado el mejor antídoto: la resistencia.
Aquella exposición había tenido su génesis en una idea promovida por el entonces ministro de Industrias, Ernesto Che Guevara, y calorizada por el movimiento sindical, encabezado por Lázaro Peña. Se trataba de la campaña emulativa que tuvo por nombre Construya su propia máquina. “Es ya —dijo el Che— la tarea que va a separar nuestra lucha pasiva por mantener la máquina andando con la pieza de repuesto y nuestra lucha activa correspondiente a un nuevo escalón en el desarrollo de la producción, con los obreros y técnicos cubanos construyendo las máquinas para producir más para el país”.
Tal fue el embrión de la Asociación de Innovadores y Racionalizadores, eficaz mecanismo que hasta hoy ha movilizado el talento y el ingenio de los trabajadores de todos los sectores para enfrentar las carencias derivadas del bloqueo.
Ello revela que nuestra resistencia no ha consistido simplemente en soportar los golpes del enemigo sino en luchar por salir adelante, haciéndoles frente a los obstáculos, buscando siempre alternativas. Y no han podido doblegarnos porque esa tenacidad se ha sustentado en la decisión y la voluntad colectiva de toda una nación de defender su derecho a seguir un camino independiente y soberano.
Desde entonces ante el cerco económico, comercial y financiero que nos impusieron nunca tuvieron cabida las palabras abandono, renuncia o rendición. Abrazados a nuestra historia, esa misma que nos han convocado en vano a dejar atrás, hemos respondido en términos totalmente opuestos, como intransigencia, rebeldía, repulsa.
La presencia en la capital de una embajada en la que ondea la bandera de las barras y las estrellas no puede desmovilizarnos. Muy cerca, la imagen de José Martí señalando al Norte nos llama a mantenernos alertas ante viejas ambiciones no abandonadas sino apenas encubiertas bajo otras fórmulas, después de que la propia Casa Blanca reconoció que la política aplicada hacia Cuba había fracasado “en hacer avanzar los intereses de Estados Unidos”.
La reciente Directiva presidencial de política sobre normalización de las relaciones entre ambas naciones no oculta ese propósito, que sigue enfilado a provocar cambios en el ordenamiento político, económico y social de nuestro país. Es un documento que debía leer cuidadosamente cada cubano porque contiene la visión estadounidense de cómo conciben estos vínculos y por supuesto no puede disimular su carácter injerencista.
Lo demuestra, entre otros detalles, el reconocimiento de que no renunciarán a sus tradicionales instrumentos hostiles, como las transmisiones ilegales de radio y televisión dirigidos a nuestro país, los programas de corte subversivo, que según ellos están destinados a promover la democracia, y lo más peligroso: tratan de involucrar en su materialización a sectores de la sociedad cubana.
Pero la Directiva no puede soslayar lo que hasta ahora el Gobierno de Estados Unidos no había querido aceptar el reconocimieto del Gobierno cubano como un interlocutor legítimo, y ello, unido a la aceptación del fracaso de su política hacia Cuba y la decisión de establecer vínculos diplomáticos y de emprender un camino hacia la normalización son victorias indiscutibles de nuestra resistencia.
De nuevo le corresponde a la dirección revolucionaria y al pueblo derrochar inteligencia y creatividad para enfrentar con éxito los nuevos tiempos en toda su complejidad.
El poderoso vecino ha querido apostar al paso del tiempo y a las oportunidades que espera encontrar con el inevitable relevo de generaciones al frente del proyecto social cubano. Por eso en la actual coyuntura les toca a los jóvenes ser combatientes de primera línea en esa postura indoblegable que nos ha ganado la admiración del mundo.
Ella es la principal razón por la cual, año tras año, en las Naciones Unidas se expresa la condena de la comunidad internacional al criminal cerco económico, comercial y financiero que sigue ahí, a pesar de los tan publicitados paquetes de medidas y el insuficiente uso de las prerrogativas del Presidente, que no han alterado su propósito asfixiante. Las ataduras del bloqueo siguen aprisionando nuestro desarrollo y ante su persistencia continuaremos aplicando el antídoto que nos ha permitido llegar hasta este momento: resistir y crear para vencer.