Mirta María Díaz Martínez (Pinar del Río, 1970) ha vivido toda su vida ligada a piscinas más y menos confortables. Sus compañeros y amigos afirman que “desayuna, almuerza y come natación”, y ella siempre les responde que el premio a esa consagración han sido 24 años de resultados en el nivel de base, ese escalón tan crucial y complejo al que algunos —increíblemente— miran con desdén.
La obra de Mirtica, como cariñosamente le conocen, pudiera sintetizarse en las muchas medallas y trofeos ganados por sus discípulos; o en el mérito indudable de haber promovido a 236 niños a la Escuela Nacional de Natación Marcelo Salado, 16 de los cuales han llegado a integrar el equipo principal cubano. Sin embargo, el mejor testimonio de su labor es el amor y la complicidad que ha construido con sus muchachos, esos a los que ha hecho nadar en el mar o de madrugada cuando las circunstancias lo exigieron.
La protagonista de esta historia es una pinareña sencilla, alegre, conversadora y con un aire profesional evidente. Nuestro diálogo transcurrió al borde de una piscina en la Ciudad Deportiva de La Habana, donde respondió a mis preguntas sin dejar de guiar la preparación de sus pupilos. De vez en vez interrumpía sus palabras para hacer sonar el silbato y dar instrucciones precisas.
Mirta es hija de Charles Díaz, conocido entrenador de pitcheo de los equipos de Pinar del Río, y dio sus primeros pasos en la natación en la Eide Ormani Arenado, como resultado de la voluntad del país por masificar el deporte. Su dedicación y talento, junto al trabajo de los profesores, la hicieron multimedallista en juegos escolares nacionales y más tarde matrícula de la Marcelo por varios cursos.
Al terminar el bachillerato, la joven obtuvo la carrera de Periodismo, pero declinó la opción para dedicarse a la Cultura Física y el Deporte. Sus cualidades para escribir y el interés por el universo atlético cubano e internacional prometían una cronista de altura, mas sintió que no podría abrirse camino en este campo y se alejó.
Entonces empezó a cristalizar la talentosa entrenadora, quien se graduaría en 1993 con todas las felicitaciones posibles. Para esa fecha ya era discípula del maestro Miguel Ángel Tirador, uno de los promotores de nuestra natación en la década de 1960 y entre los primeros técnicos formados en países de la extinta URSS.
Sus méritos fueron colocar a Ciudad de La Habana en el segundo lugar del Festival Nacional Interpiscinas, con los niños de la Escuela Primaria Manuel Valdés Rodríguez que alistaba en el Círculo Social Camilo Cienfuegos del municipio de Plaza; y tutelar a la mejor ondina del evento, Migmary Calderón, a la postre integrante del plantel cubano y en la actualidad una de sus preparadoras.
Quizás por esa y otras experiencias la profe Mirtica extraña tanto los Festivales Interpiscinas, un movimiento que incentivó la práctica masiva de la natación y garantizó promociones de calidad hacia el alto rendimiento.
La clave para ella está en “tener niños con las condiciones necesarias: inteligentes, flexibles, con flotabilidad y aprendizaje rápido. Pero lo principal es contar con una piscina en condiciones las 24 horas del día. Solo eso permite lograr resultados”.
Por supuesto que hay otros muchos secretos, y es que Mirta no enseña su deporte solo desde una perspectiva física y técnica, sino que incluye charlas sobre su historia, el reglamento y las capacidades y valores a formar. También aplica test psicológicos.
Toda esa sabiduría y más está incluida en un libro de su autoría titulado Natación motivada, que espera hace dos años para ver la luz y nada indica que sucederá pronto, para pesar de muchos.
En cuanto a por qué Cuba no es un país de nadadores, su respuesta despeja algunas dudas: “Ha podido y puede serlo aún. Talento hay en muchos lugares. Yo misma acabo de entregarle a la Marcelo seis niños de indudables condiciones. El problema está en ese tránsito de la base a la escuela nacional, pues se genera un estancamiento en alumnos que han estado cinco o seis años con un crecimiento sostenido de sus rendimientos. No logro explicar qué sucede, quizás influyan factores motivacionales y la pobre asistencia a eventos de categoría como los CCCAN”.
Y así, sin grandilocuencia, pero con los pies puestos sobre la tierra, o mejor sobre la piscina, acabó un encuentro para recordar.