A su paso por Cuba, donde con desinteresada entrega contribuyó a derrocar la tiranía y a echar a andar el país esquilmado por el imperialismo yanqui y sus lacayos, este revolucionario de América y el mundo dejó una indeleble huella.
Su entrega a la Revolución cubana desde los preparativos iniciales para desembarcar en la isla y desencadenar la lucha por la liberación nacional, en la cual alcanzó el más alto grado, y cumplió importantes misiones como la de dirigir la invasión hasta la región montañosa central, marcó profundamente a quienes lo tuvieron como jefe. De algunas de las anécdotas narradas por dos de ellos hace varios años a esta periodista, trata la presente entrega.
Varias veces invasor
El coronel retirado Miguel Ángel Álvarez Sánchez, quien fuera jefe del pelotón de la comandancia de la Columna Invasora No. 8 Ciro Redondo y ayudante personal del Comandante Ernesto Guevara, jefe de esa fuerza, rememoró:
“Lo que más me impresionó de aquella travesía fue su ánimo; su constante preocupación por el estado físico y moral de la tropa. Cuando acampábamos, mientras los demás dormíamos o descansábamos, se dedicaba a leer un rato, incluso de noche, alumbrado por un farolito.
“En los momentos más difíciles no cejaba hasta encontrar una solución que animara a los combatientes, fatigados por las largas marchas, la sed y el hambre.
“Siempre que nos deteníamos visitaba todos los pelotones y se interesaba por la situación de cada uno de los hombres; durante la marcha, iba de un extremo a otro de la columna y por ello nosotros decimos que él hizo varias veces la invasión”.
Me probó en La Federal
Para el coronel retirado Alberto Castellanos Villamar, hablar del Che no solo constituye un regocijo, sino también una necesidad porque “lo veo como al maestro, en todos los sentidos: de la guerra, de la industrialización, de la formación de cuadros, en fin, de toda la vida de un revolucionario”.
Y confiesa: “Yo siempre fui protestón y el Che, con sus enseñanzas, me reeducó”.
Durante la invasión, Che lo designó chofer de una guagüita Willy, en la punta de vanguardia:
“El 9 de septiembre de 1958 caímos en una emboscada en el batey de la finca La Federal, ya en territorio de la entonces provincia de Camagüey. Como yo iba desarmado, el Comandante Ramiro Valdés Menéndez, segundo jefe de la columna, me ordenó quedarme fuera del área de combate. Estaba amaneciendo y decidí ir al encuentro del resto de la columna para informar la situación.
“La encontré a la entrada de la finca. Después de escucharme, Che dispuso situar varias emboscadas en el camino. Ordenó que el resto de la tropa fuera hacia el monte, al fondo de la finca, y salió rumbo al batey con Leonardo Tamayo —el Urbano de la guerrilla por él comandada en Bolivia y uno de sus sobrevivientes—, y conmigo.
“Cuando nos hallábamos a unos 150 o 200 metros de la casa principal, desde ella comenzaron a tirarnos. De momento miro y no los veo, me vuelvo y, como a 25 metros, agachados a la orilla del terraplén, se hallaban los dos. Che me hizo señas para que regresara y me dijo que era mejor seguir por entre la hierba de guinea, pues por allí nos podían matar.
“Yo me pregunté: ¿Y por qué me dejo seguir? La respuesta me la dio Tamayito: ‘¿Tú sabes que Che te probó? Me tomó de la mano y te dejó seguir. Parece que él pensó que tú habías corrido’”.