Quien intente buscar en la red de redes información sobre el genocidio cometido por los nazis, encontrará numerosas versiones destinadas a “demostrar” que el holocausto nunca existió. Los que apuestan al olvido del pasado cuentan con dos factores a su favor: los más de 70 años transcurridos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y más de una generación que no vivió aquellos hechos.
Si a eso se suma una historia mal contada, bien porque se tergiverse deliberadamente o porque sus protagonistas o los encargados de su enseñanza no sean capaces de trasmitir acontecimientos tan trascendentales de manera que dejen profundar huellas en los destinatarios, el resultado es, para decirlo con una frase popular, que los nazis no fueron tan malos como los pintan.
Algo parecido les ha ocurrido a los cubanos con el nefasto período de la dictadura de Fulgencio Batista, del que ya nos separa más de medio siglo.. Existe una compaña deliberada orquestada en el exterior cuya finalidad es limpiar su imagen y presentar su gobierno, como una “dictablanda”, para usar palabras del dictador.
Semejante manipulación resulta inaceptable para los que la padecieron y lucharon por librar a Cuba de sus desmanes, sin embargo confunde a los que no conocieron de cerca esa realidad, Así ocurrió hace algunos años al exhibirse por la televisión cubana una serie que trataba de la lucha clandestina donde se reflejaban algunas de las atroces torturas aplicadas por los esbirros del batistato. Hubo televidentes jóvenes que manifestaron su rechazo no por la violencia con que eran tratados los revolucionarios, muchos de los cuales morían como consecuencia del maltrato, sino por considerar que lo exhibido era una exageración.
Sin embargo las nuevas generaciones deben conocer los hechos, no mediante una fría cronología o un acto conmemorativo sino acercarse a ellos a través de conversatorios con testimoniantes, lecturas de los hechos recogidos en la prensa o en libros, los relatos de sus profesores y de su propia familia, para evitar que ese pasado quede atrás, como algo que simplemente sucedió.
Se impone revivir la historia, no olvidarla, todo lo contrario a lo que predicó el presidente de Estados Unidos en su visita a Cuba. Se equivocan los que consideran que mirar atrás no favorece el camino que ambas naciones han decidido emprender hacia el establecimiento de relaciones normales. Las demandas del pueblo cubano al gobierno de ese país por daños materiales y humanos siguen vigentes y han ido acumulando desde entonces hasta el presente más argumentos en contra de la política hostil de su enemigo histórico hacia la Isla hasta el presente, de lo que es ejemplo, a pesar de las declaraciones conciliatorias, el bloqueo económico, comercial y financiero que se mantiene en pie y provoca privaciones y sufrimientos al pueblo cubano y obstaculiza el desarrollo.
Los cubanos tenemos presente aquello de que el pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla y más aún cuando el principal responsable de tales agresiones ha manifestado que no abandona su estrategia hacia Cuba, solo ha cambiado la táctica.
A todas las generaciones de los nacidos en esta tierra les toca enarbolar la historia como bandera. Así nada nos hará volver atrás.