De las muchas virtudes de Juan Atrel Hechavarría como dirigente sindical, internacionalista, compañero, amigo… hemos escuchado hablar nuevamente en los últimos días, después de que un infarto masivo pusiera fin a la larga enfermedad que padeciera y con ello a su vida.
En sus palabras de despedida, en nombre de los familiares, amigos, compañeros del movimiento sindical, Milagros Vallés Silot, secretaria general del Sindicato Nacional de Trabajadores de las Comunicaciones, la Informática y la Electrónica, expresó la gratitud y convicción de que tan buen ejemplo estará presente en el quehacer cotidiano de los que laboran en el sector.
Una y otra vez Atrel pronunció esta frase: “Lo aprendí de Lázaro”. Sobre todo cuando hablaba de la defensa de los derechos que el sindicato debe hacer de sus trabajadores.
Lo decía desde la vivencia de alguien que había latido junto a los afiliados del sindicato de telefónicos y cablegráficos en los duros años 50 del pasado siglo. El hombre que en los primeros días de enero de 1959 estuvo a contracorriente de los tantos trabajadores que abrazaron la huelga general convocada por el líder de la Revolución, Fidel Castro Ruz, porque una misión singular había recibido: garantizar las comunicaciones en los lugares de La Habana donde estuvieran tropas rebeldes, de modo que mantuvieran contacto entre sí, y con sus jefaturas aun fuera de la capital.
El triunfo revolucionario le deparó una carrera de sindicalista. El fogueo vivido, sus conocimientos de graduado de la Escuela de Artes y Oficios, su breve incursión por la Universidad de mucho le sirvieron, pero las enseñanzas mayores llegaron de su trabajo al lado del Capitán de la Clase Obrera.
Así desempeñó múltiples responsabilidades en el sector de las comunicaciones. Integró el Secretariado Nacional de ese sindicato, y en 1980 fue electo secretario general.
Durante los últimos años encontró en la jubilación otra razón para mantenerse activo, a partir del apoyo a los que comienzan, la asesoría práctica y el consejo oportuno a quienes dirigen.
