Me dan la palabra o la tomo yo”, dijo Amancio Rodríguez Herrero el 18 de septiembre de 1949, en una asamblea de trabajadores del entonces central Francisco, convocada por el sindicato impuesto por Eusebio Mujal Barniol, tras apropiarse por la fuerza de la dirección del movimiento obrero y sindical. El pretexto esgrimido para aquella reunión era unificar el movimiento obrero del ingenio y sus colonias.
Al dirigirse a los asistentes, el mujalista Oscar Páez se refirió a Amancio de forma ofensiva, y de inmediato el destacado dirigente sindical unitario de ese centro fabril se encaminó al pequeño estrado en medio del aplauso de los asistentes, seguido por José Oviedo Chacón, su compañero en el constante batallar por los derechos laborales. Pero la acción quedó trunca, porque su voz fue silenciada cuando varios disparos le hirieron de muerte. Oviedo Chacón también fue asesinado. El autor material fue Rafael González Marrero, conocido como el Burro.
Ambos estaban en la plenitud de sus vidas: Amancio tenía 31 años y Oviedo 47, militaban en el Partido Socialista Popular y compartían el ideal de defender a toda costa los derechos de quienes día a día dejaban parte de su existencia en los campos de caña o en la fábrica. Esta formaba parte de la primera industria del país, cuyos jugosos dividendos engrosaban las fortunas de los propietarios, en su mayoría estadounidenses, mientras quienes garantizaban la producción percibían míseros salarios en solo tres o cuatro meses de labor al año.
Humildes hijos de este pueblo
Uno y otro conocían muy bien las carencias que impone el capitalismo, porque procedentes de las capas más humildes de la población, el hambre, la injusticia y la desigualdad siempre les acompañaron. Contra ellas se rebelaron y emprendieron el camino de la lucha.
Amancio nació el 16 de octubre de 1917, en el poblado de Cuatro Caminos, del barrio de Cascorro, en la provincia de Camagüey. Tres años más tarde sus padres decidieron regresar a Villafrechós, en Castilla la Vieja, España, de donde procedían, pero en 1925 retornaron a Cuba para asentarse nuevamente en el mismo lugar, y el niño comenzó la enseñanza primaria, de la cual solo llegó a cursar hasta el cuarto grado, mas continuó estudiando de manera autodidacta.
En 1929 pasaron a residir en la colonia Sevilla, del referido central, y con solo 12 años el muchacho se vio en la necesidad de desempeñarse en las labores del campo; en 1933 se establecieron en la colonia La Lomita, en el mismo ingenio. Amancio prosiguió como obrero agrícola, después lo hizo como operador de grúa y pesador de caña en la colonia Los Ciegos, y posteriormente como despachador de gasolina en la citada fábrica. En La Lomita se vinculó con los elementos revolucionarios y conoció a Arsenio Yero Álvarez, uno de los fundadores del Partido Comunista de Cuba en la zona; en 1935 ingresó en la Unión Juvenil Socialista y fue electo secretario general del sindicato. Dos años después se afilió al Partido Comunista.
Integró la directiva del Sindicato de los Trabajadores Azucareros del central Francisco y sus Colonias, creado en 1939, y en mayo de ese año fue nombrado vicesecretario general. Transcurridos unos meses, en marzo, asumió la secretaría general, la cual ocupó hasta su fallecimiento. Fue también secretario general de Federación Nacional de Trabajadores Azucareros (FNTA) y concejal del ayuntamiento de Santa Cruz del Sur, cargo al cual aspiró en representación de la organización comunista.
Bajo su dirección el movimiento obrero en el central Francisco devino uno de los más fuertes en el país, de tal manera que ganó las 33 demandas que presentó ante los tribunales.
José Oviedo Chacón nació en Matanzas el 8 de septiembre de 1902. De allí la familia se trasladó a La Habana en busca de mejores condiciones económicas, y José se incorpora a la escuela hasta vencer el cuarto grado, pues a los 12 años debió comenzar a trabajar en una sastrería porque, muy enfermo el padre, debía contribuir al sustento familiar.
En 1918 pasó a residir en el entonces central Gómez Mena, en San Nicolás de Bari, perteneciente en la actualidad a la provincia de Mayabeque, donde se dedica a las labores agrícolas. Con el objetivo de garantizar un salario fijo, en 1920 ingresó en el ejército, y en ese mismo año fue destacado en el central Francisco, en la oriental provincia de Camagüey. Cuatro años más tarde se licenció y pasó a trabajar como carretillero en el piso de azúcar del ingenio.
Su enfrentamiento a los patrones, a quienes reclamaba mejores pagos, le ganó la confianza de sus compañeros de labor. Esa lucha constante provocó que en 1932 la compañía lo desplazara. Al año siguiente, tras la huelga general que puso término a la tiranía del presidente Gerardo Machado Morales, fue restituido y al crearse el Buró Obrero resultó electo para integrar su dirección.
En unión de Amancio integró el Comité Gestor del Sindicato del central Francisco y sus colonias, fundado en 1939, en cuya directiva ocupó importantes responsabilidades. En 1942 se afilió al Partido Comunista.
Al sepelio de ambos dirigentes, que resultó una sentida manifestación de duelo y evidenció el repudio popular al régimen auténtico y a las divisionistas fuerzas del mujalismo, asistió Lázaro Peña González, verdadero líder del movimiento obrero-sindical. Al despedir el duelo manifestó que algún día el crimen sería vengado y el central Francisco llevaría el nombre de Amancio, en homenaje al joven que dedicó su vida a la defensa de los derechos de los trabajadores.