Les confieso que siempre he tenido un poco de vergüenza por mi falta de habilidades manuales. Muchas personas de mi generación crecimos y pasamos de un nivel de enseñanza a otro, hasta completar la educación universitaria, sin que la llamada vinculación entre el estudio y el trabajo nos hiciera verdaderamente aptos para desempeñar alguna vez un oficio concreto, de esos que nunca pasan de moda, porque siempre son necesarios.
Constructores, carpinteros, electricistas, plomeros, albañiles, agricultores, todos son también, a su modo, creadores. De los que ven el fruto de su trabajo al final del día y sienten el sano orgullo de crear bienes materiales concretos, con un valor de uso inmediato.
Por eso me parece muy prudente la idea de estimular más la formación de obreros calificados en la sociedad cubana actual, una de las enseñanzas a las que deberíamos prestar especial atención en este curso escolar que acaba casi de comenzar.
Los altos niveles de instrucción que hemos alcanzado, a pesar de las insuficiencias de los últimos años, nos permiten además aspirar a obreros de otro tipo. No es un demérito tener un título universitario y laborar en una fábrica, en un taller, en una obra, en una parcela de tierra en usufructo. Claro que no todos podemos ya hacerlo, no tenemos ni el tiempo ni las aptitudes.
Pero está muy bien que estimulemos en los jóvenes esta vertiente de estudio para que creen un proyecto de vida diferente. Porque incluso esta opción debe verse en las familias como una manera en que los muchachos o muchachas ganen mayor independencia y destreza en menor tiempo, y que generalmente, además, cuando se ama el oficio y se trabaja duro, es muy bien retribuida luego, también desde el punto de vista económico.
Una solución interesante, por ejemplo, es la apertura de especialidades de obrero calificado especialmente para graduados de duodécimo grado que no alcancen una carrera universitaria. Esto ofrece una variante diferente y útil de continuidad de estudios, en una modalidad que como norma casi siempre ingresa a adolescentes que culminan la secundaria básica.
No obstante la prioridad que el sistema educativo otorga a esta enseñanza desde hace ya más de un lustro, la formación de obreros calificados enfrenta en no pocas ocasiones importantes obstáculos organizativos.
Son frecuentes las dificultades en las instalaciones escolares de este nivel, en particular el problema de la base material de estudio —díganse herramientas, maquinarias y materias primas—, y todavía no siempre fructifica como debería la estrategia de buscar ese apoyo y soporte didáctico y material en los centros de trabajo que poseen tales medios.
En este curso escolar, como ya informamos, deben funcionar en el país alrededor de 3 mil 700 aulas anexas, de estas 314 en el sector no estatal de la economía, sobre todo en los servicios. Dada la calidad y rigor que ya logran no pocos de estos emprendimientos particulares, puede ser muy estimulante y beneficioso para los estudiantes la existencia de un reglamento de enseñanza práctica que establece cómo hacer un convenio con un trabajador por cuenta propia o una cooperativa no agropecuaria para que reciban a futuros obreros calificados durante sus prácticas docentes.
Pero está claro que el énfasis mayor hay que hacerlo en el sector estatal, porque al final serán esas empresas y organismos los que deben tener prioridad como futuros empleadores de esos obreros y obreras, y, por tanto, tienen que ser también los principales interesados en propiciar óptimas condiciones posibles para su formación, de manera que esa inversión les retorne mediante trabajadores con mejor preparación y más eficientes en su labor.
La familia y los propios estudiantes también tienen que poner de su parte para entre todos minimizar los posibles contratiempos que todavía existan en este tipo de enseñanza, e interiorizar que esta posibilidad de ser obreros calificados es solo un primer paso, muy importante, en sus vidas. Lo lejos que cada cual llegue en su formación profesional, intelectual y cultural posterior dependerá de las capacidades individuales y de las ganas de crecer y de hacer que muestren en el futuro.
Al menos —y concluyo con una referencia muy personal— cuando alguien le pregunta a mi hijo qué carrera universitaria quisiera estudiar en el futuro, yo interrumpo y digo con honestidad que esa decisión será solo suya, cuando le toque, pero que no nos vendría nada mal tener en casa a alguien que supiera un oficio. Ser obrero, en definitiva, también está muy bien.