En la noche del 28 de agosto de 1956, tras encontrarse en la capital mexicana, José Antonio Echeverría Bianchi, presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), y René Anillo Capote, miembro de la dirección de esa organización, acudieron a una casa situada en la calle Pachuco, casi esquina a Márquez, donde residían Melba Hernández Rodríguez del Rey y Jesús Montané Oropesa, veteranos de la gesta del Moncada.
El objetivo era reunirse con Fidel Castro Ruz, quien con otros miembros del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, por él lidereado, preparaban en ese país una expedición armada para continuar la lucha de liberación iniciada tres años antes contra la tiranía impuesta por Fulgencio Batista Zaldívar el 10 de marzo de 1952.
Durante más de seis horas conversaron acerca de cuánto la potencialidad revolucionaria del movimiento estudiantil y la cada vez más creciente lucha de masas podían contribuir al éxito; y de la urgencia de convertir en realidad el compromiso de reiniciar en ese año la insurrección armada, proclamada por Fidel, quien propuso emitir una declaración suscrita por ambas organizaciones, y aceptado esto se elaboró un borrador.
En horas de la mañana del siguiente día, luego de algunos ajustes y ser mecanografiado en la casa 714 de la calle Sierra Nevada, Fidel y José Antonio estamparon su firma en el documento que acordaron titular Carta de México, cuya copia sería entregada a los medios de prensa internacional acreditados en ese país. Anillo se encargó del traslado a Cuba, donde el 2 de septiembre fue publicado por diversos órganos periodísticos.
Significación y alcance
Por la magnitud de su contenido, la Carta de México no puede verse como un escrito más, sino como un arma de unidad entre dos organizaciones, en las cuales militaban lo mejor y más decidido de la sociedad cubana: el estudiantado universitario, y las masas, que inspiradas en el ejemplo de los jóvenes que en 1953 no dudaron en levantarse contra el régimen, cada vez asumían con mayor fuerza su legado.
Fue, en síntesis, una demostración palpable de que la juventud cubana estaba dispuesta a unirse para llevar a cabo una lucha cruenta que pusiera fin a la tiranía y diera paso a una revolución verdadera. Acerca de su significación, en un artículo titulado El histórico encuentro entre Fidel y José Antonio Echeverría, publicado en el diario Granma en agosto del 2011, Anillo consideró:
“La Carta de México es el Manifiesto de Montecristi de nuestra Guerra de Liberación, es una respuesta a la misiva inconclusa de Martí a su hermano mexicano Manuel Mercado, del 19 de mayo de 1895, avalada por la generosidad y el valor de dos jóvenes cubanos…”
Rubricada en momentos en que ninguna de las dos organizaciones contaba con los medios necesarios para emprender el patriótico empeño, en opinión de Anillo demostró la confianza que ambos líderes tenían en el pueblo y en sí mismos.
Entre otras cuestiones de primordial interés, en esa declaración conjunta la FEU y el Movimiento Revolucionario 26 de Julio fijaron sus posiciones con respecto al régimen tiránico y su falta de respuesta a las constantes intromisiones del dictador dominicano, Rafael Leónidas Trujillo, en los asuntos internos de Cuba. El documento expuso la total convicción de sus firmantes de que las condiciones políticas y sociales en Cuba eran propicias para la lucha armada, cuyo triunfo estaría garantizado por el desarrollo de una huelga general nacional.
Igualmente llamó a los estudiantes, obreros, organizaciones juveniles y a todos los hombres dignos de Cuba, a secundar la lucha, y concluyó aseverando que “la Revolución llegará al poder libre de compromisos e intereses, para servir a Cuba en un programa de justicia social, de libertad y democracia, de respeto a las leyes justas y de reconocimiento a la dignidad plena de todos los cubanos, sin odios mezquinos para nadie, y los que la dirigimos, dispuestos a poner por delante el sacrificio de nuestras vidas, en prenda de nuestras limpias intenciones”.