Iba en su bicicleta interrumpiendo el tráfico de vehículos por la izquierda, casi al centro de la avenida. Al llegar al semáforo en rojo, cruzó a la derecha delante de un automóvil y siguió de largo sin respetar la luz.
Esto sucedió frente a mis ojos hace solo unos días. Además, no era un niño, ni un adolescente. Era una persona adulta.
Escenas como estas son usuales en las calles de nuestras ciudades. No son pocos los ciclistas que a veces parece que estuvieran dispuestos a destrozar cualquiera de las leyes del tránsito en continuos actos de absoluta temeridad y de gran irresponsabilidad. En este periodo de vacaciones veraniegas, el asunto se torna aún más preocupante.
La situación puede ser particularmente más complicada en las vías que conducen a las playas y otras zonas de concentración popular para la recreación y el esparcimiento. A veces podemos descubrir a menores de edad que transitan en sus bicicletas por las calles, las avenidas y hasta las autopistas de mayor peligrosidad. Las ciclovías que alguna vez existieron, o ya no están o su estado no permiten transitar por ellas con un mínimo de seguridad y confort para el ciclista.
Si les coge la noche en la calle, muchos de estos ciclos no tienen luces e incluso carecen de señales lumínicas reflectoras. Los más cansados y menos sensatos, en numerosas ocasiones procuran colgarse de camiones u ómnibus para ser remolcados a gran velocidad. A veces, llevan pasajeros en las parrillas o sentados acrobáticamente sobre el manubrio. Todas estas actuaciones que hemos descritos son, en mayor o menor medida, conductas casi suicidas, que pueden traer desgracias, dolor y sufrimiento a nuestras familias.
Y estos malos comportamientos, indisciplinas e irregularidades en la vía de quienes utilizan las bicicletas suceden —tenemos que decirlo— casi en total impunidad. Personalmente, y ojalá alguien me desmienta con datos sobre el tema, no recuerdo desde hace mucho tiempo haber visto multar a un ciclista por cometer una infracción, y las hay muy visibles, y muy graves.
Pero el asunto va más allá de la actuación de los agentes del orden, pues la responsabilidad alcanza también a los padres de los jóvenes, adolescentes y hasta niños que reciben permiso o no se les controla, exige y aconseja sobre la manera de comportarse en la vía cuando manejan una bicicleta.
Para ser justos, hay que decir también que no siempre los conductores de vehículos respetan a los ciclos, y en ocasiones abusan de la superioridad en velocidad y fuerza de los automóviles u otros medios motorizados.
Que se entienda algo… no estamos abogando por prohibir o restringir el uso de las bicicletas, al contrario. Es sabido que es un ejercicio físico muy saludable y con las dificultades de transporte que existen, resulta uno de los medios más accesibles y económicos que podemos emplear en nuestras vacaciones o en la rutina cotidiana.
Pero las leyes del tránsito son para todos y todas, también para quienes utilizan una bicicleta en la vía, y hay que velar y exigir su cumplimiento. Y más todavía, tenemos que cuidar la vida de nuestra gente, para que las vacaciones de verano sean un disfrute verdadero y no se conviertan en un lamentable accidente. Por el momento, la alerta está dada. Tengamos este mensaje en mente aunque no esté la señal de tránsito: ¡Cuidado! Hay ciclistas en la vía.