Entre tantas, prefiero sintetizar en una tales efemérides, y elijo una creadora quizá menos conocida, aunque no debiera serlo. La razón de la selección pudiera ser esa misma, o el hecho de ser hija de la tierra con razón considerada capital iberoamericana de la décima, o haberla escogido, festinadamente, por la A inicial de su nombre y de su apodo, por el cual todos sus conocidos mejor la identifican.
Nada de eso importa ahora ante el placer de presentarles —o (re)presentarles— a Ana Rosa Díaz Naranjo, Albita (Las Tunas, 1973), una rara combinación de, por una parte, narradora oral y actriz de impresionante desempeño escénico, y por otra, escritora de estremecedor empuje en la palabra, tanto cuando la esgrime en narrativa como cuando la despliega en versos; verbigracia, los del poema que al final comparto con los lectores, y que Albita me enviara en el 2011, cuando se hallaba en una misión cultural de Cuba en la hermana República Bolivariana de Venezuela.
Como autora literaria, atesora una obra en versos publicada en revistas, boletines y antologías, el plegable Invocaciones al infinito, y su libro Pasos en el borde, dado a la luz por la tunera Editorial Sanlope. Ha recibido numerosos reconocimientos, entre ellos el premio Flores del alma del 2008, y en el 2005, el premio especial del Grupo Ala Décima al mejor cuaderno de autora joven en el II concurso nacional Décima al filo, por su cuaderno Endechas del no elegido. En el 2008, en la cuarta edición de ese certamen, actuó como jurado. Su obra lírica ha trascendido nuestras fronteras y puede apreciarse en la antología on line Arte poética, del poeta salvadoreño André Cruchaga.
Y ya que lo prometido es deuda, aquí va el poema que nos envió, como dije, desde la patria de Hugo Chávez, ocasión en que también nos remitió su texto Sin declives, facturado en estrofas octosílabas, a diferencia de este, concebido en décimas de metro endecasilábico, más divulgado mediante el soneto clásico.
CONFIDENCIAS, REPRENSIONES Y PROFECÍAS DEL ALMA DE UNA LILITH DESPUÉS DE HABER PERDIDO SU ERUDICIÓN
He perdido un poema donde explico
en síntesis mis interioridades,
que soy la primogénita de Hades
y vivo en el caudal de Federico.
No importa si me odian. No claudico
mi esencia al interés por los humanos.
Yo soy la libertad. Oh, ciudadanos,
recójanse en sus máscaras, no salgan,
que por la libertad ahora cabalgan
mis vicios y el doblez de mis hermanos.
Nosotros los presuntos literatos
danzamos al compás de viejas arpas.
Yo, hija del preludio, tú que zarpas,
talión contra la piel de mis retratos.
Y es duro batallar con los maltratos
que vuelven y se van máscara adentro,
mi embozo es un ritual tan hacia el centro
del cráter donde habita el infortunio,
que antes de partir al plenilunio
o a otra dimensión, discurro y entro
al sitio del espectro y le devoro
las ansias de apedrear a sus “amigos”,
atándole al dolor de los postigos
ocultos tras la risa y su decoro.
En esta retahíla le hacen coro
auténticos farsantes adulones,
confieren el talento a sus traiciones,
no ven la tempestad en la quimera,
el daño en las miradas de pantera
ni el fiero batallar de los leones.
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