De una fértil relación que comenzó hace poco más de tres años con la admiración mutua de sus creaciones artísticas, y continuó con las realizaciones de obras muy intimistas recreadas en la vida y la obra del otro, ha devenido un libro que ya está dando de qué hablar. Me refiero al volumen titulado A dos manos, de la distinguida poetisa Lina de Feria (Santiago de Cuba, 1945) y el multifacético artífice de la plástica Jesús Lara (La Habana, 1972), también reconocido ya por su producción lírica.
El poemario, presentado el pasado viernes en la Sala Villena, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, es prueba contundente de una fecunda amistad, alianza espiritual —y creciente— de la que ya habían dado fe sus respectivos patrimonios individuales. El de ella, halagada con varios originales del pintor, grabador, ceramista, fotógrafo y escultor, con un enorme retrato que recrea su imagen, el cual forma parte de la célebre serie de estilo cubista elaborada hace unos dos años por Lara, quien, por su parte, atesora numerosos poemas escritos por Lina, inspirados en él, en su vida y en su carrera artística.
Así surgió, de tal concordia, esta obra mancomunada, a dos manos, compendio de composiciones poéticas cuyos autores prueban “a entender(se) y explicar(se) al otro mediante sendos pórticos donde refieren lo que han leído e intuido en la praxis artística del cómplice. Lina, indagando en el universo multidisciplinario de Lara como virtuoso de la plástica; Lara, en el universo poético de Lina a través de observaciones muy pictóricas.
No obstante, aquí lo importante no son las interpretaciones, sino la angustia de la escisión, porque esta es la que conduce, a la postre, a necesitar un complemento, una mitad perdida que tal vez no exista pero es necesaria para dar el siguiente paso en la neblina del conocimiento, como expresó el conocido poeta y escritor Jesús David Curbelo en las palabras de presentación de este título de la Colección Sur.
Entre los dos creadores se ha producido un místico intercambio de huellas, de sensibles, productivas y vitales energías, que en última instancia vienen a enriquecer el patrimonio de la cultura cubana. Aunque pertenecen a generaciones distantes —en el año en que nació Lara, Lina ya había publicado su primer libro de poesías titulado Casa que no existía (Premio David 1967)—, ellos han logrado una armoniosa relación tal vez signada por sentimientos y emociones que les son comunes y que de alguna manera redundan en sus correspondientes textos de corte existencial, tales como la soledad, el miedo, la angustia, el dolor, la marginalidad, el amor, la historia, la política, la cultura, el hombre en su más aplastante desnudez.
Son cuestiones inherentes a la humanística contemporánea y “sobre todo, una contumaz esperanza en que la poesía, sea cual fuere la dimensión de las dosis, resulta al menos uno de los pilares sobre los que ensayar la estática milagrosa (el precario equilibrio, otra vez) de la sanación”, enfatizó el joven bardo en sus palabras sobre A dos manos.
Apuntó, además, que este “es un libro sobre el crecimiento, visto sin falta a través del dolor, del duro aprendizaje que va de la infancia a la senectud y a la muerte, y que se articula a partir de retazos: vivencias ‘reales’, lecturas vivenciales, experimentos y muchos fracasos en todos los frentes. En especial en el de pretender domesticar al lenguaje para que sirva de continente a unas visiones siempre más ricas antes de ser convertidas en versos. (…) en verdad, este es un libro en el que lo medular no son los poetas ni los poemas sino la poesía”.
Por su parte, el también reconocido vate Alberto Marrero, al comentar este poemario enfatizó que son “versos de una hondura poco frecuente en estos tiempos, pero tigualmente una mirada rebelde hacia la desidia existencial y un sentimiento insobornable por la salvación del hombre en un mundo que se autodestruye y que merece otro destino”.
Sobre la obra de Lina advirtió que a los 70 años “todavía logra mantener la frescura de un discurso con alma, carne, huesos, paisajes desolados, reflexiones amargas, metáforas audaces y a veces vítores de una fugaz alegría; mientras que en torno a la de Lara indicó que “en sus poemas se aprecia una hibridez genérica que lo lleva a incursionar en el verso libre, la prosa poética, el cuento ultracorto, el aforismo y la viñeta”.
Marrero subrayó que “en todos los poemarios de Lina el lector podrá apreciar su gran poder de asociación; las múltiples referencias culturales, filosóficas, históricas e incluso mitológicas que poseen sus versos; el flujo de imágenes y metáforas trascendentales, iluminadoras; también el frecuente uso de la alegoría como recurso expresivo”; en tanto las producciones literarias de Lara se caracterizan por “un lirismo no complaciente ni empalagoso, a veces crudo, desgarrador, forjado con las entrañas. (…). Poco o nada escapa a la mirada incisiva de este creador intranquilo, audaz, no pocas veces irreverente, fantástico, realista, hereje, soñador, lúdico, lascivo y, sobre todo, comprometido con su tiempo”.