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Manrique Larduet: coraje, corazón y Cuba

 

Manrique Larduet en la final de la barra fija de la gimnasia artística de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, FOTO: Roberto MOREJON

 

Río de Janeiro.- La gimnasia artística de los XXXI Juegos Olímpicos, en medio de tantos medallistas y actuaciones brillantes, será recordada para siempre por los cubanos dada la presencia de Manrique Larduet, quien hizo historia con un quinto lugar en barras paralelas y un sexto en barra fija, a pesar de una lesión que lo sacudió de imprevisto y a pesar de que los jueces que lo castigaron, al final, más de lo debido.

Su sola clasificación a tres finales en Río (incluido el all around que no pudo terminar por el dolor tras la segunda rotación) hubiera sido suficiente para encumbrarlo, pero el santiaguero quería y sabía que podía más, de ahí que cumpliera al pie de la letra el tratamiento médico de hacer reposo para enfrentar un 16 de agosto que no olvidará jamás.

Salió penúltimo a competir en paralelas y solo una imprecisión mínima le privó de subir al podio con una selección de alta complejidad. El quinto lugar con 15.625 hubiera sido oro en cualquier otro torneo menos en este, donde el ucraniano Oleg Verniaiev, necesitó burlar la barrera de los 16 puntos (16.041) para proclamarse campeón.

Agotada esta opción con la impotencia de quien no pudo demostrar que el mejor del planeta en ese aparato, Manrique salió a volar y girar en la barra fija, ubicada a dos metros del piso y en la que los competidores llegan a tomar una altura de cinco metros. La cara del cubano no enseñaba dolor, pero su tobillo, todavía resentido, tendría que vencer un reto muy alto.

Otra vez fue el séptimo entre los ochos finalistas que salió a estirar sus brazos y descolgar su cuerpo en la caprichosa barra fija. El trabajo rozó la perfección y parecía alcanzarle para una presea, pero un tiempo más prolongado de lo normal en la mesa de árbitros liquidó las esperanzas del bronce universal en ese aparato hace menos de un año.

Su nota (15.033) le transformó el rostro con más dolor que cuando clavó perfecta su salida en el colchón y el tobillo izquierdo lo castigó. No era comprensible tal valoración por su ejecución cuando la mayoría de los especialistas de la prensa pensaban claramente que no bajaría de 15.500 y con ella su presea. Los jueces vieron errores que no vimos otros y aprobaron el oro para el alemán Fabian Hambuechen con 15.766.

Hasta ahí la competencia pura, a la que Manrique desafió con el coraje y el valor que quizás otro gimnasta no hubiera podido. Y no se trata de un ensalzamiento a voluntad o capricho, sino de juzgar con el justo valor que lleva un lugar entre los seis primeros de unos Juegos Olímpicos, a pesar del dolor, la inflamación y las décimas arrebatadas por la apreciación de los imparciales.

Orgulloso de mi alumno

El entrenador Carlos Rafael Gil accedió a valorar el desempeño de su pupilo tras la vivencia de las dos finales olímpicas en que estuvo junto a Manrique Larduet este martes en la Arena Olímpica.

“En barra fija no sé cómo una medalla no está en su pecho porque esperábamos 15.500. En la paralela se nos porque él falló. Le quitaron de 5 a 6 décimas, pero veníamos con esa idea. De todos modos me voy contento porque tengo al mejor gimnasta cubano de todos los tiempos, Manrique.

“El nivel que vimos fue similar al del mundial del pasado año. No estamos muy lejos de la verdad. Manrique llegó en inmejorable estado físico mejor y hubiéramos cumplido con nuestros objetivos, pero nos pasó lo que puede pasar en cualquier deporte: una lesión inesperada”, comentó el joven entrenador.

“Nunca ha sido nuestra costumbre justificar un resultado y menos de Manrique, quien lleva nueve años conmigo. Es como mi hijo. Lo único que hizo fue representar a Cuba con el corazón y estoy muy orgulloso de su desempeño, aunque las cosas no salieron como esperábamos”, añadió.

Respecto a la experiencia que se lleva de su debut a este nivel y lo que pueda pasar en Tokío 2020 señaló: “Iremos por la revancha, con más madurez y resultados. En Río de Janeiro aprendí que nunca uno se pueda dar por perdido”, concluyó.

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