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15 de agosto: coleccionistas de pines

Uno de los coleccionistas que todos los días se sienta a la entrada de la Sala de Prensa.
Uno de los coleccionistas que todos los días se sienta a la entrada de la Sala de Prensa.

 

Río de Janeiro.- Alrededor de los Juegos Olímpicos muchas cosas se activan más allá de los propios resultados deportivos. La gastronomía crece, los alojamientos se encarecen, el transporte en la ciudad se desordena y hasta los coleccionistas ganan espacios, ya sea a partir de comprar objetos identitarios o simplemente cambiando pines, esos broches metálicos que enlazan a más de un participante.

Sobre estos últimos nos detuvimos por curiosidad y conocimiento. Todas las mañanas llegan tres coleccionistas a la entrada al Centro de Prensa con una historia enorme, pero reducida en esos pequeños objetos metálicos, cuyos diseños muestran no solo una variedad de países y deportes, sino también la historia del movimiento olímpico desde que nacieran los Juegos en 1896, en Atenas.

Son apenas tres hombres, pero pudieran ser más si se conociera que quienes se dedican a este tipo de actividades hasta pueden ser acreditados para estas magnas citas en la categoría de coleccionistas, un estatus aceptado por el Comité Olímpico Internacional para preservar tanta historia.

Este trío nunca deja en casa sus libros con cientos, doscientos, quinientos, más de ochocientos, miles deestos sellos, en los que son posibles descifrar rostros conocidos, logos de lides cuatrienales anteriores, países más medallistas, mascotas y un largo imaginario a partir de las tendencias del diseño o la trascendencia de algún momento vivido llevado a sellos.

Lo primero que hacen –y así estarán todo el día- es abrir pequeñas alfombras rojas en la acera y sobre ellas exponen las colecciones cambiables. No se trata de compra y venta. Todo aquel que se les acerca intentará cambiar su pin por algunos de los que están en exhibición y ellos aceptarán o no, pues lo que les interesa es recuperar los modelos únicos o que todavía no archivan en sus colecciones.

Si se trata de un pin muy cotizado (digamos los de algún país africano, los que simbolizan ediciones pasadas, los raros, únicos o de alguna delegación o deportista destacado) rápidamente pactan el intercambio de dos y hasta tres de los exhibidos por uno solo, pues conocen el valor de lo que formará parte luego de la colección que guardan sus libros.

Este lunes nos acercamos a los coleccionistas con un sello nuestro, el de siempre: la bandera cubana, el cual abre las puertas más cerradas en estos Juegos, pues todos los voluntarios piden que le regalemos al menos uno para colocarlo en las cintas de sus credenciales. ¿Es verdadero? ¿Por qué siempre Cuba hace sus pines iguales? ¿Tienen alguno con la figura de Mijaín?, preguntó uno de los coleccionistas.

Por fin aceptó el cambio.El nuestro por dos de los más recientes modelos emitidos para Río de Janeiro, entre ellos los que contenían las mascotas Vinicius y Tom, el que dejaba ver al Cristo del Corcovado rodeado de aros olímpicos o el de la bandera brasileña envuelta en medallas de oro, por solo mencionar los más llamativos.

Tras varios minutos de pensamiento aceptamos el intercambio con nuestras banderas, cual recuerdo inolvidable de unos Juegos en que además de campeones, medallas, escándalos por corrupción de entradas, público entusiasta e instalaciones de primer nivel conviven tres coleccionistas de pines en un podio cultural y muy humano.

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