Joel García, enviado especial
Río de Janeiro.— La primera impresión que deja el entrenador de esgrima Rolando Soler es la de no haber perdido su condición de cubano humilde, sencillo, preparado y con amor martiano hacia la tierra que lo vio nacer, a la que representa en México desde el 2012, a través de un contrato firmado por Cubadeportes.
Durante sus primeros Juegos Olímpicos pudimos conversar sobre el atleta que logró clasificar: el floretista Daniel Gómez, campeón regional, subtitular panamericano y oro en la Copa del Mundo celebrada en Cancún, entre los premios más encumbrados.
“Desde hace cuatro años estoy trabajando con él. Los resultados son ascendentes, porque en casi todos los torneos ha obtenido medallas. Aquí lo eliminó el italiano Giorgio Aviola en el pase a octavos de final, pero estoy satisfecho con su desempeño”.
Otrora entrenador de los equipos nacionales juveniles y de mayores, Soler explica cómo soporta la rivalidad cuando enfrenta a un esgrimista cubano. “El corazón te palpita porque muchas veces tienes que enfrentar a atletas que formaste. La primera vez me fue muy mal, hasta me equivocaba. Poco a poco aprendí que estamos cumpliendo una misión y hay que hacerlo bien. Los entrenadores no somos de ningún país en específico, sino del mundo”.
Sobre la preparación adquirida en Cuba y la calidad actual de nuestra esgrima no escondió sus criterios. “Nosotros tenemos un sistema de entrenamiento excelente, que ayuda a la formación de los atletas, pero hemos retrocedido, entre otras cosas, porque el deporte mundial exige hoy más economía, más recursos para competir que no contamos. A pesar de eso, siempre les digo a mis alumnos que no lo subestimen nunca”.
La añoranza por volver y el posible trabajo futuro enseña la cara más sensible de Soler. “Cuando termine en México no voy a volver a la selección nacional, quiero trabajar con niños en el Consejo Voluntario Deportivo Príncipe, donde estaba antes del contrato”, señaló este profesor de 55 años, bailador nato y con más de tres décadas ligado a las estocadas.
“Lo que más extraño es mi barrio, mi familia y poder ser útil a mi deporte. Todo lo demás que te diga se queda chiquito”, concluyó.