Cuando el AN-24 que transportaba al entonces Primer Ministro de Cuba, Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, aterrizó en Hanói, el joven Duong Minh, hoy embajador de Vietnam en Cuba, tenía apenas 17 años.
Era el 12 de septiembre de 1973 y la escena, dantesca. El país estaba devastado tras casi dos décadas de guerra, primero contra el colonialista francés y luego por la unificación, anhelo que les obligó a enfrentar el poderío militar de los Estados Unidos y la crueldad de los Gobiernos títeres impuestos al Sur.
No había televisión, el medio solo llegaría en 1974, pero todos supieron de la visita del líder cubano. Durante varios días las emisoras radiales y los periódicos solo hablaron de la guerra y de Fidel. La gente salió a las calles a recibirlo con alegría.
“Los que vivíamos en el Norte, liberado y socialista, estudiábamos en la escuela la lucha de los cubanos —contó el diplomático a Trabajadores— en los libros de texto teníamos lecciones, historias y poemas inspirados en la isla del Caribe”.
Luego se supo del arriesgado cruce sobre el Paralelo 17 y la zona supuestamente desmilitarizada que dividía ficticiamente al país y creció la admiración.
De aquella época Minh recuerda la anécdota de Nguyen Thi Huong, una de las “jóvenes de vanguardia” que acudió al llamado para rellenar los cráteres que serpenteaban el camino por el que transitaría la delegación cubana camino a Quang Tri, en el Sur. Una bomba de balines le llenó el abdomen de metralla y casi moribunda la hallaron al borde del camino. De inmediato Fidel detuvo la caravana, le dieron los primeros auxilios y desviaron uno de los carros de la embajada hacia el hospital de Vinh Linh, que era el más cercano, pero allí el banco de sangre estaba vacío y tuvieron que seguir viaje hacia la provincia de Quang Binh.
“Esa decisión del líder cubano me permitió una segunda vida”, afirmó Thi Huong tiempo después, según narra el embajador.
El recorrido de Fidel hacia el Sur y su encuentro con los combatientes de la División Vinh Quang (Gloria en español), coronó las expresiones de solidaridad que ya existían entre ambos pueblos.
“Allí recibió la bandera del Frente Nacional de Liberación de Vietnam del Sur — rememora— oportunidad en que arengó a los soldados y les convocó a llevar el victorioso estandarte hasta Saigón, capital del régimen proestadounidense. ‘Nos vemos allí’, cuentan que aseguró.
“Dos años más tarde aquella bandera ondeaba en lo alto del Palacio de la Independencia, hoy de la Reunificación, en la renombrada ciudad Ho Chi Minh”.
Pero además del gesto solidario y haber visitado la zona donde aún se combatía, el líder cubano dejó proyectadas obras de significativa importancia para la recuperación del país.
“Él estaba tan convencido de la victoria como nosotros, asevera Minh. Por eso orientó la creación del contingente Nguyen Viet Xuam, donde se integraron obreros cubanos y vietnamitas para la construcción, de forma inmediata, del hospital Dong Hoi, obra concluida 2 años más tarde, cuando la guerra había culminado. Desde entonces es uno de los centros médicos más importantes y modernos de la región.
“Los cubanos también asumieron el financiamiento y la edificación del hotel Victoria, erigido sobre el mayor lago de Hanói; de la carretera Xuan Mai; y de las granjas Moc Chau y Luong My, la primera dedicada al desarrollo genético de ganado vacuno y la segunda a la cría avícola. Los técnicos cubanos permanecieron allí bastante tiempo. Hoy todas esas obras están activas y son un testimonio de la solidaridad y el calor de hermanos.
“En aquel período nos enviaron decenas de miles de toneladas de azúcar. Una parte de ellas fueron convertidas en divisas que destinamos a la compra en Japón de la maquinaria necesaria para reparar el camino que conectaba el Norte con el Sur, hoy carretera Ho Chi Minh. Esta vía de comunicación tenía una importancia estratégica y por eso fue constantemente bombardeada durante la guerra.
“A unos mil jóvenes nos enviaron a estudiar fuera de Vietnam. Seríamos los encargados de la reconstrucción del país. Yo vine a Cuba. Estudié Arquitectura en la Cujae y fui uno de los que llamé ‘Mami’ a Melba Hernández. Ella nos acogió como una verdadera madre. Había fundado el Comité de Solidaridad en 1963, semilla de la actual Asociación de Amistad entre ambos países. Promovió movilizaciones, donaciones, conferencias y todo cuanto pudiera contribuir a divulgar lo que sucedía en mi país. La visité unos días antes de morir y recuerdo aquella broma suya de que quizás era una vietnamita nacida en Cuba.
“Fidel regresó dos veces más: en diciembre de 1995 y en febrero del 2003, pero aquella primera visita de 1973 quedó como un símbolo de los principios de la política exterior de la Revolución cubana”.