Era el principio para extinguir siglos de discriminación. Ellas estuvieron entre las miles de campesinas provenientes de recónditos lugares del país, que en 1961 se graduaron en La Habana como costureras. Procedían de la Escuela para Campesinas Ana Betancourt, proyecto de superación profesional y educacional impulsado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y lidereado por la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).
“No solamente aquí aprendieron muchas de ellas a leer y escribir, y todas a coser y cortar, aprendieron también qué cosa era la Revolución”, diría tiempo después la inolvidable Vilma Espín.
Fue ese un solo destello del gran salto que darían las féminas en la sociedad cubana. Con seguridad, cuando el 23 de agosto de 1960, durante el acto de constitución de la FMC, junto a Vilma, Fidel expresó que “la mujer es una Revolución dentro de la Revolución”, nadie pudo calcular hasta dónde se podría concretar esa frase. Él estaba convencido de que ellas serían “un verdadero ejército al servicio de la Revolución”.