Para engrandecerla no ha necesitado de millonarias sumas de dinero ni de cuentas bancarias en el extranjero. Hace algunos años un libelo calumnioso intentó atribuírselas y fracasó cuando él lo conminó a demostrarlo; y es que ninguno de los que han querido dañar su imagen entenderán nunca que la fortuna de Fidel ha sido y es la más visible y valiosa de todas.
La conforman las virtudes que lo han hecho grande: su optimismo capaz de superar cualquier obstáculo, su permanente combatividad, su resistencia a toda prueba, su solidaridad incondicional, su profundidad de análisis del presente y el futuro y su seguridad en la victoria.
Y esa riqueza ha ido creciendo al transmitírsela a sus compatriotas mediante su irresistible poder de persuasión y su ejemplo, y ha servido de inspiración a los hombres y mujeres progresistas de otras latitudes que han reconocido en él al líder cuyas acciones son consecuentes con su pensamiento y que ha dedicado su existencia por entero a convertir los sueños en realidad.
Qué posesión tan inestimable ese afán de justicia que lo nutrió en sus años universitarios cuando no dudó en enrolarse en una expedición para derrocar a la tiranía de Trujillo que oprimía a la República Dominicana y en tomar las armas al verse inmerso en Colombia en la insurrección conocida como El Bogotazo.
Aquellas tempranas experiencias lo hicieron identificarlo más con la causa de los pueblos que nunca ha abandonado y es una de las fuentes nutricias de su caudal inconmensurable.
Qué capital mayor que la confianza en las masas como el mejor ejército para emprender la lucha por librar a la patria de un régimen explotador sometido al imperialismo, erigiéndose él mismo en portador de las más sentidas aspiraciones de los desposeídos y comprometiéndose de lleno en la batalla por conquistarlas, dispuesto siempre a ser el primero en enfrentar los riesgos y sus consecuencias.
Y qué valioso tesoro aquella seguridad y elevado espíritu de combate que logró inculcar en sus compañeros de lucha, a quienes convenció de que no importaba el revés del Moncada ni haber padecido los rigores de la prisión y el exilio, porque existía un programa revolucionario plasmado en La historia me absolverá para guiar la proa del Granma hacia la lucha en las montañas y dar nacimiento al primero de enero de 1959.
Transcurrieron décadas en que los cubanos nos empinamos a la altura de su posición inclaudicable ante la creciente agresividad de las fuerzas dominantes del Norte, que nunca han abandonado la intención de someternos; y nos crecimos más, al calor de su liderazgo, frente a la capitulación del socialismo en Europa, cuando, encarnando la decisión de los patriotas de esta tierra, les dejó bien claro a los adversarios que el efecto dominó por ellos esperado no tenía cabida en una Revolución auténtica como la nuestra.
Pudimos seguir adelante en medio de la adversidad, gracias a su sabia conducción que nos llevó a hacer en cada circunstancia lo que podía y debía realizarse, con un agudo sentido del momento histórico, transmitiéndonos la convicción de que no existe fuerza en el mundo capaz de vencer a la fuerza de la verdad y de las ideas.
Nos demostró que el prestigio mayor no se logra con la acumulación de más riquezas, sino con la disposición de compartir el patrimonio alcanzado con los que menos tienen para ayudarlos a avanzar. Y de esa manera aprendimos a multiplicar nuestro capital de salud, cultura, educación…
Se engrandeció ante los ojos del pueblo cuando demostró que la Revolución no deja atrás nunca a ninguno de los suyos. Lo hizo durante la insurrección y lo reiteró al convertir en una batalla nacional el rescate de un solo cubano: un niño secuestrado por fuerzas hostiles a su patria y a su familia.
Volvió a repetirlo por la liberación de cinco compatriotas sometidos a arbitrarias y prolongadas condenas en cárceles estadounidenses. Su convicción, de que los cinco regresarían al suelo patrio, impregnó de optimismo a aquella pelea por la justicia movilizadora de millones de personas dentro y fuera del país y con ello contribuyó al triunfo: volvieron.
No hay dinero que pueda conquistar un liderazgo universal como el alcanzado por un hombre que ha sumado a su excepcional inteligencia la sencillez, la modestia y la entrega sin límites a las causas justas. Admirado y querido por los amigos y respetado por los enemigos, su influencia en las luchas de la humanidad por un presente y futuro mejores, en los últimos dos siglos, es indiscutible.
Y por todo esto, como expresa el hermoso poema de Nancy Morejón, Fidel tiene fortuna, una sola fortuna, la fortuna de ser Fidel.