Fidel, cual padre amoroso, puso la diestra sobre la cabecita del niño e indagó por la dolencia que lo aquejaba. Su curiosidad se había saciado en los otros 10 infantes que ya ocupaban las camas del Centro de Rehabilitación del Cardiocentro Pediátrico William Soler, aquel 8 de octubre de 1988.
Una obra simbólica, de gran valor, que había solicitado construir aledaña al cardiocentro para que los niños del interior del país pasaran el postoperatorio acompañados por sus mamás, y donde los médicos pudieran visitarlos diariamente.
Así de pequeñas y grandes han sido las ocupaciones de Fidel con el sector de la salud. Ha querido que cada centro se convierta en el mejor por su tecnología, por la experiencia y los conocimientos de sus especialistas; donde se haga clínica, pero además investigación y docencia, algo que se ha perpetuado en cada hospital, policlínico y consultorio.
Y en cada conquista de este sector, en el mejoramiento de los indicadores de salud y el bienestar de la población, está signada su visión, su enorme capacidad para discernir lo mejor en cada momento, y su infinito amor por el pueblo.