Río de Janeiro.- Por tercera ocasión consecutiva, Mijaín López portó la bandera nacional en una ceremonia inaugural de Juegos Olímpicos, pero por vez primera lo hizo en el majestuoso estadio Maracaná, único ya en Sudamérica con el honor de haber albergado mundiales de fútbol y la máxima cita cuatrienal del deporte.
Otra vez en señal de fortaleza y decisión, el doble campeón en estas lides llevó el estandarte con una sola mano, en tanto una representación de los 124 clasificados lo acompañó, todos con ropa deportiva azul y roja. Cuba fue la comitiva 56 en desfilar, detrás de Croacia y por delante de Dinamarca.
Además de la lógica representación local, las comitivas de España, Portugal, Japón, Italia, Palestina, Estados Unidos, Canadá, Alemania, y el Equipo de Atletas Refugiados arrancaron los mayores aplausos de las 70 mil personas reunidas en una noche inolvidable, no solo por el carnaval de colores y samba, sino también por lo organizado y dinámico que resultaron las casi cuatro horas vividas.
Dentro de los atractivos diferentes de esta apertura estuvo el poco despliegue tecnológico comparado a sus antecesoras, aunque sí fue espectacular el manejo de las luces, el perfecto sonido y la idea artística de reflejar la historia cultural y social de una nación como Brasil con el mensaje de salvar nuestro planeta de los graves problemas medioambientales.
En el programa presentado, los organizadores hicieron hincapié en mostrar un punto de vista importante: el deporte como parte integrante y activa de lo cotidiano, a partir de la historia de su país, lo cual se reflejó en las tres partes que dividieron la gala: Inicio de la vida, Geometría y Metrópolis, todas interrelacionadas con la evolución del gigante sudamericano.
El propósito de ser creativos y rendir un merecido homenaje en esta antesala de los Juegos a grandes personalidades nacionales de la arquitectura, la música, la pintura y la literatura se cumplió casi impecable, en tanto no faltaron melodías de bossa y pop dentro de toda la dramaturgia del espectáculo.
Momento significativo y algo inédito hasta la fecha fue la entrega del Laurel Olímpico al keniano Kipchoge Keino, doble campeón de estas justas de 1968 y 1972, por su contribución a la cultura, la educación y la paz mediante el deporte. Es la primera ocasión que tan significativo galardón se entrega por parte del COI, de ahí que escogiera un escenario como ese.
Al dirigirse a los asistentes al estadio y a los millones de espectadores que seguían la transmisión en vivo, Carlos Arthur Nuzman, presidente del Comité Organizar, se declaró el hombre más orgulloso del mundo hoy. “Nunca desistimos. La Ciudad Maravillosa está hoy en noche de gala”, expresó.
Por su parte, Thomas Bach, titular del COI; felicitó, en primer término, a los cientos de voluntarios y a todo el pueblo brasileño por el esfuerzo para terminar lo comprometido; en tanto llamó a los más de 10 mil 500 deportistas en competencia a respetar los principios deportivos y éticos establecidos por el COI.
De lo más atractivo y esperado volvió a estar el encendido del pebetero olímpico, a cargo, para sorpresas de algunos, del maratonista Vanderlei Lima, bronce olímpico en Atenas 2004, último de los relevos que pisaron el estadio, entre ellos Gustavo Kuerten y Hortensia Marcari.
Dentro de los que presenciaron la ceremonia se encontraban el titular de la ONU, Ban Kee-Mon; el presidente del COI, Thomas Bach, así como varios presidentes, entre ellos el de Francia, Francois Hollande, y el de Argentina, Mauricio Macri. También estuvo invitado con estatus especial, Jacques Rogge, líder del COI en el anterior período.
Acerca del autor
Máster en Ciencias de la Comunicación. Director del Periódico Trabajadores desde el 1 de julio del 2024. Editor-jefe de la Redacción Deportiva desde 2007. Ha participado en coberturas periodísticas de Juegos Centroamericanos y del Caribe, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos, Copa Intercontinental de Béisbol, Clásico Mundial de Béisbol, Campeonatos Mundiales de Judo, entre otras. Profesor del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, en La Habana, Cuba.