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5 de agosto: Luces, sonidos y esperanza

inauguracion
Foto: Roberto Morejón, enviado especial de JIT

Río de Janeiro.- El estadio Maracaná parecía que no se llenaría nunca. Una hora antes del inicio de la ceremonia de apertura, solo la mitad de las capacidades estaban llenas y alguna que otra canción de Roberto Carlos contagiaba a más de un coro. Un tapiz blanco sobre el césped de fútbol y una penumbra casi total no adelantaban lo que sucedería en las primeras cuatro horas oficiales de los XXXI Juegos Olímpicos.

Sin embargo, cuando a las ocho de la noche una ráfaga de fuegos artificiales estrenó a esta ciudad como la primera en acoger unos Juegos Olímpicos en Sudamérica, todo el estadio lucía abarrotado y con dos colores predominantes, el amarillo y verde, símbolos identitarios de un país que nació hace más de 500 años y hoy exhibe una cultura que estremece a nivel universal.

Lejos de la aparatura, la tecnología y el derroche de recursos, la primera y quizás más recordada cara de estos juegos apostó por la sencillez, el buen gusto, la música, la danza y el estremecimiento de los espectadores, visitantes y atletas por los mensajes finales que dejó: preservar el medioambiente y estar unidos siempre en el deporte.

Desde la creación de la vida a través de una gota del agua hasta los grandes adelantos científicos-técnicos que han llevado a Brasil a ser la novena economía del planeta se combinaron a través de la magia de las luces y el sonido, dos componentes esenciales para una inauguración en cual se recortaron los miembros de las delegaciones para el desfile, con el objetivo de hacer más rápido el pase de lista de las 208 delegaciones.

No faltaron tampoco las chicas de Ipanema, encabezada por la mundialmente famosa Gisele Bundchen; las escuelas de samba; la voz de Caetano Veloso; la contagiosa sonrisa de niños y jóvenes locales, en tanto el encendido de la pira evidenció sencillez y creatividad, como colofón de la esperanza que resta por vivir en los próximos 15 dias.

El verde intenso y claro sintonizó en perfecta armonía con los llamados a destruir menos nuestra naturaleza. Un boliviano alto y fuerte se le vio llorar en las pantallas gigantes del estadio y los aplausos más sentidos lo recibió una representación no muy común en estos actos: la de atletas refugiados, invitados especiales por el Comité Olímpico Internacional para esta cita.

La rechifla total a las seis palabras que le reservaron al presidente interino. Michel Temer, fue el espejo real de una sociedad que todavía se lamenta de los altos niveles de corrupción y las traquimañas políticas del actual gobernante en función de una democracia cada vez más maquilladas de poder y olvido total de los pobres.

De regreso, la madrugada se tornó fría pero comparativa de recuerdos con las últimas inauguraciones en Beijing o Londres. Casi todas coincidían que Brasil jugó su carta preferida, la de enseñar al mundo cuánto ha aportado su cultura a todos nosotros. Y sacó nota sobresaliente.

Foto: Roberto Morejón, enviado especial de JIT.
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