Por estos días, los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), en la provincia de Santiago de Cuba, reconocen a trabajadores no estatales que ejercen sus oficios en el barrio, labores que reportan mutuos beneficios para vecinos y cuentapropistas.
Y es que sin lugar a dudas el quehacer de barberos, peluqueras, amoladores de tijeras, relojeros, vendedores de enseres menores o de productos agropecuarios, zapateros y tantísimos más, aportan a que la solución de cuestiones tan cotidianas como apremiantes no se conviertan en un problema del hogar.
De tanto roce diario entre los vecinos y esos hombres y mujeres que tienen en las comunidades el escenario para el ejercicio de sus oficios, estos últimos son ya una suerte de cofrades del barrio, cuyos aportes muchas veces trascienden el contexto privado para públicamente hacerse notables.
Por ello las direcciones de los CDR en Santiago de Cuba, a las instancias municipal y provincial, han premiado por estos días el desempeño de muchos de estos valiosos trabajadores no estatales con un reconocimiento que los anima para venideros empeños.
Uno de los estimulados es el colectivo del Salón Ele, de la céntrica intercepción de San Félix y Heredia, en pleno corazón de la urbe santiaguera.
Allí, desde hace siete años, funciona bajo el principio de arrendamiento del local una barbería, no tan espaciosa como concurrida, que deviene espacio significativo de la comunidad.
El sitio es ideal no sólo para embellecerse con el corte y el afeitado del momento, incluso con tratamientos faciales, sino también para el diálogo ameno, el intercambio de saludos y hasta el alto en el camino para refrescar y hasta tomarse el buchito de café que casi siempre está a disposición de los asiduos.
Yunio Landazury Sagarra, Daniel Ignacio García y Yania Domínguez Planas hacen la magia del Salón Ele, personas afables, conversadoras, con un chiste criollo a flor de labios, como suelen ser casi todos los barberos de este mundo nuestro.
Sus nombres y sus vidas andan ligadas a la de esa barriada santiaguera donde son conocidos y reconocidos por sus aportes a la escuelita del barrio, la Alfredo Noa Díaz, hacia donde voluntariamente dirigen sus pasos para lo mismo pelar gratis a un aula entera que donar materiales de aseo.
“Llevamos tanto tiempo aquí que la gente cercana se vuelve como familia, asegura Yunior, por eso no andamos con titubeos para apoyar en lo que haga falta y lo que hacemos en la escuela, por ejemplo, no nos da dinero pero sí muchísima satisfacción, eso a veces es más importante que todo”.
Yania y Daniel comparten el sentir de su colega, además de un hondo agradecimiento a la dirección de los CDR por el reconocimiento que le acaban de conferir.
“Es bueno saber que nos toman en cuenta, dice Daniel, experto en los menesteres de formar nuevas generaciones de barberos, aunque cada día trabajamos con el mismo amor sin esperar por premios ni nada por el estilo, pero bueno, si llegan, bienvenidos, y ojalá no sean los últimos”.
Con ese sueño quedan los tres, indetenibles con la danza de las tijeras siempre prestas para servir al barrio.