Varias generaciones de cubanos hemos crecido bajo una frase que puede acompañar cualquier actividad productiva o de los servicios: sustitución de importaciones.
Es tan importante o más que ganar en renglones exportables si analizamos lo que significa en autoabastecerse, en la capacidad de desarrollar al país y dejar de depender en una significativa cifra de rubros, especialmente los alimentarios.
No existe una ley en específico que aborde el tema, aunque las políticas en ese sentido están bien definidas en los Lineamientos de la política económica y social aprobados hace cinco años y refrendados en abril último, en el 7mo. Congreso del Partido.
De ellos se desprenden las estrategias sectoriales, incluidas una crediticia orientada, en lo fundamental, a brindar el apoyo necesario a las actividades que estimulen la producción nacional, generadoras de ingresos en divisas o que eviten compras en el exterior; o la revisión integral al sistema de precios que posibilite medir de forma correcta los hechos económicos, estimular la eficiencia, el incremento de las exportaciones y la sustitución de importaciones.
Otro Lineamiento enfatiza acerca de la importancia de analizar, entre las alternativas de financiamiento mediante la inversión extranjera, aquellas industrias no exportadoras, si bien indispensables para asegurar manufacturas esenciales de la economía o que sustituyan otras de procedencia extranjera.
Por eso en el proceso de actualización del modelo económico, la inversión extranjera ─amparada por una ley con solo dos años de vigencia─, deviene elemento clave para captar fondos externos en aras de una simple y a la vez compleja ecuación: fomentar los negocios a fin de aumentar las tasas de crecimiento económico, dando prioridad a la sustitución de importaciones de alimentos, una necesidad perentoria.
Podríamos ejemplificar con otro sector, el industrial. Hace pocos días se publicó que antes de concluir el 2016 deben comenzar a construirse tres fábricas, con destino a la producción de envases de aluminio, de vidrio y otra de recipientes flexibles dirigida al empaque de alimentos.
Su puesta en marcha evitará la erogación de decenas de millones de pesos, que anualmente se destinan a adquirir aquellos renglones en el mercado internacional.
Pero la sustitución de importaciones lleva implícito algo más que la inversión monetaria y tecnológica. Implica también el compromiso de los trabajadores y directivos para identificar qué se puede lograr hacia lo interno y actuar en consecuencia. De nada vale enarbolar aquella bandera y que el producto carezca de la calidad adecuada o fabricarlo cueste más que uno de procedencia extranjera.
Es por eso que en los compromisos individuales y colectivos, en los llamamientos de la CTC y sus sindicatos siempre encuentre espacio la exhortación a la eficiencia y la eficacia, que no solo necesitan leyes e inversiones, sino además, conciencia.