Desde este 21 y hasta el 27 de julio el terruño santiaguero vive sus fiestas populares más conocidas y reconocidas, tanto dentro como fuera de sus fronteras: el carnaval, declarado el pasado año Patrimonio Cultural de la Nación.
Ya están abiertas más de 40 áreas públicas diseñadas para el baile, la venta de alimentos y bebidas, además de la zona de evolución de las congas, paseos, carrozas y comparsas, pasacalle competitivo que involucra a más de 5 mil personas.
El ambiente de alegría y colorido que hoy se vive en la ciudad tiene orígenes remotos con raíz en la procesión religiosa que cada 25 de julio, en honor al patrón Santiago Apóstol, organizaban las autoridades eclesiásticas en la Villa de Santiago de Cuba, fundada por el adelantado Diego Velázquez hacia 1515.
La participación de los negros esclavos en dicha peregrinación, cuya presencia respondía al interés de sus amos por convertirlos a la fe católica, fue perfilando los definitivos caminos que esta celebración religiosa transitaría después, toda vez que la negrada, con la ropa puesta al revés, bailaba al compás de sus tambores, en lo que comenzó a denominarse como Fiesta de los Mamarrachos.
Hacia el siglo XVIII, huyendo de la Revolución Haitiana, una oleada de inmigrantes franceses acompañados de su servidumbre doméstica llegó a Santiago de Cuba a partir de 1762, y los negros y negras, propiedad de los franceses, con modales más refinados, introdujeron sus bailes de salón conocidos como Tumba Francesa.
Así se unieron el tambor los Mamarrachos, la Tumba Francesa, música y baile, ron y alegría… unos fundidos con otros, para darle luz y camino a lo que es hoy la fiesta de pueblo más conocida y reconocida en la isla de Cuba: los carnavales santiagueros.
Hasta el desconocido se vuelve amigo por esos días, comparte, saluda, se deja llevar por la conga calle arriba y calle abajo sudando y cantando, porque el carnaval invita y nadie se resiste, ni el obrero, ni el intelectual, ni el joven, ni la niña, ni el viejo…
Trocha, Martí, Sueño, Garzón… son toda carnaval, arrastrando a una multitud que baila en cualquier esquina hasta el amanecer.
Y el convite crece y crece cada julio.
Por eso cuando el año recién comienza a desgranar sus días todos comienzan a pensar y a hablar de lo que viene, de lo que llega y ahora mismo se disfruta: el carnaval santiaguero.