En julio de 1953, Cuba contaba con un millón 100 mil obreros ocupados o subocupados; de estos, 100 mil en el primer renglón de la economía nacional, la industria azucarera, los cuales sufrían las consecuencias del tiempo muerto, porque solo trabajaban de tres a seis meses en el año; 400 mil en otras industrias, y más de 600 mil obreros agrícolas.
A lo anterior se sumaban, 600 mil desempleados, 500 mil obreros del campo, 20 mil pequeños comerciantes y 10 mil profesionales sin ubicación laboral, así como una tasa de analfabetismo en continuo aumento, y que la generalidad de los cubanos carecía del derecho a la asistencia social, médica y hospitalaria.
Había transcurrido poco más de un año del golpe de Estado que el 10 de marzo de 1952, encabezado por Fulgencio Batista Zaldívar, frustró esperanzas de revertir la situación, a partir del casi seguro triunfo del Partido del Pueblo Cubano-Ortodoxo, el cual con su consigna de “vergüenza contra dinero” enarbolada por su desaparecido líder, Eduardo Chibás Rivas, gozaba de amplio apoyo popular y se perfilaba como ganador en las elecciones presidenciales fijadas para junio de ese año.
Instalado en el poder, Batista impuso un régimen de facto que con su actuar provocó una compleja situación propicia para el desencadenamiento de una revolución verdadera.
De tal realidad, propiciada por la desidia de los gobiernos que se sucedieron desde la instauración de la República en 1902, y su sumisión a los intereses de los imperialistas yanquis, se percató el joven abogado Fidel Castro Ruz, quien con vistas a enfrentarla dio vida a una organización que se encargaría de hacerlo mediante la única vía posible: la armada. En ella núcleo a miembros de los sectores más humildes de la población, en los cuales se concentraba la mayoría de los partidarios de la ortodoxia.
De entre esa gran masa olvidada se le sumaron alrededor de mil 200 jóvenes, a quienes entrenó y preparó militar y políticamente para emprender la lucha. Solo la escasez de armas impidió la participación de todos en las acciones del 26 de julio de 1953 contra los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en las orientales provincias de Santiago de Cuba y Bayamo, respectivamente.
Humilde base social
Entre los combatientes que ese día se lanzaron a la conquista de la libertad patria, figuraron obreros, campesinos, trabajadores por cuenta propia, empleados, intelectuales, pequeñoburgueses, estudiantes, y un militar. Desde muy niños, la mayoría había tenido que comenzar a trabajar desde muy niños para contribuir al sustento familiar, en labores muy rudas y mal remuneradas, de ahí que muchos subsistieran en condiciones precarias, o simplemente carecieran de ocupación laboral alguna. El nivel de instrucción de la mayor parte no rebasaba el de la enseñanza primaria.
Esa fue la base social con que en Cuba se reinició la Revolución comenzada el 10 de octubre de 1868, la cual tras 17 años de fecunda tregua, resurgió el 24 de febrero de 1895 y quedó trunca en 1898 debido a la oportunista intervención del ejército de Estados Unidos, en momentos en que la victoria de los cubanos constituía una realidad irrebatible.
Objetivos iniciales
Además, el líder de aquel movimiento tenía la plena convicción de que una vez desatada la lucha, el pueblo la apoyaría totalmente. En ello basaba las posibilidades de éxito de aquella empresa, cuyo programa inicial concebía restituir la Constitución de 1940; conceder la propiedad de la tierra a quienes la trabajaban; confiscar los bienes malversados; promulgar las leyes de reforma agraria y la reforma integral de la enseñanza, así como la nacionalización de los trusts eléctrico y telefónico. Tales medidas posibilitarían que, junto con la conquista de las libertades públicas y la democracia política, se solucionaran los problemas de la tierra, la industrialización, la vivienda, el desempleo, la educación y la salud pública, males que aquejaban a la casi totalidad de la población, y aquellos jóvenes que como parte de ella los padecían con igual rigor. Sobraban razones para aprestarse a conquistarlas aun a costa de sus vidas. Fue, pues, la rebelión de los humildes en pos de una revolución verdadera que garantizara a los cubanos la libertad, la soberanía y la justicia social.