Leer poema de amor es siempre una experiencia enriquecedora. De ello está convencido el poeta, investigador y ensayista Roberto Manzano, quien tiene a su cargo la selección e introducción de tres cuadernos, firmados por tres relevantes escritores latinoamericanos, con versos dedicados al más puro y universal de los sentimientos humanos.
Se trata de las selecciones tituladas La paloma de Venus, del nicaragüense Rubén Darío; El cáliz donde tu alma existe, del peruano César Vallejo, y Una rosa de fuego, de la uruguaya Delmira Agustini, que se publican, en la Colección Poesía de Amor, de la Editorial Arte y Literatura.
En La paloma de Venus —en opinión de Roberto Manzano— el lector «verá cómo se disuelve la vieja abstracción de lo ideal femenino, y el sujeto lírico se encuentra generalmente delante de una mujer de carne y hueso que, aunque goza de viva idealidad, no desvanece su impronta física. Un fuerte hedonismo recorre esta visión, y una presencia proteica de lo erótico dinamiza el alma del amante celebrador».
El soneto “Para una cubana”, fechado en 1892, es uno de los textos reunidos en el cuaderno:
Poesía dulce y mística
busca a la blanca cubana
que se asomó a la ventana
como una visión artística.
Misteriosa y cabalística,
puede dar celos a Diana,
con su faz de porcelana
de una blancura eucarística.
Llena de un prestigio asiático,
roja, en el rostro enigmático,
su boca púrpura finge.
Y al sonreírse vi en ella
el resplandor de una estrella
que fuese alma de una esfinge.
Reconocido como el creador y más alto representante del modernismo, Rubén Darío (Matagalpa, 1867-León, 1916), poeta, periodista, diplomático –autor de libros como Rimas (1887), Azul (1888), Prosas profanas (1896) y Cantos de vida y esperanza (1905)—, es considerado entre los más influyentes poetas del siglo XX en Hispanoamérica.
Son veinticinco los poemas de amor de César Vallejo agrupados en las páginas de El cáliz donde tu alma existe, cuaderno que –según sus editores— incluye varios textos magistrales, de gran carga intimista, lo cual evidencia la manera única del autor de ver, que le otorga a sus testimonios y proyecciones amorosas un timbre singular.
Cultivador no solo de la poesía, sino también de la novela, el cuento, el teatro, el ensayo y el periodismo, el peruano César Vallejo (Santiago de Chuco, 1892-París, 1938) es, indudablemente, uno de los grandes innovadores de la poesía de la pasada centuria, como puede comprobarse con la lectura, entre otros, de su libro Poemas humanos publicado póstumamente en 1939.
Entre los poemas incluidos en El cáliz donde tu alma existe aparece “Impía”:
Señor! Estabas tras los cristales
humano y triste de atardecer;
y cuál lloraba tus funerales
esa mujer!
Sus ojos eran el jueves santo,
dos negros granos de amarga luz!
Con duras gotas de sangre y llanto
clavó tu cruz!
Impía! Desde que tú partiste,
Señor, no ha ido nunca al Jordán,
en rojas aguas su piel desviste,
y al vil judío le vende pan!
Delmira Agustini, «criatura de una especial capacidad para la introspección y de un gusto acendrado por la plasticidad del lenguaje, estuvo precozmente dotada para la plasmación poética, que solo es posible bajo el impulso vocacional de este gusto y esta capacidad ascendidos a los niveles más depurados de la autenticidad humana».
Así valora Roberto Manzano el libro Una rosa de fuego, de Delmira Agustini (Montevideo, 1886-1914), activa feminista, quien en sus versos, insertados dentro del modernismo, abordó temas poco tratados por las escritoras de su época, lo cual la convierte en una figura paradigmática de las letras latinoamericanas.
“Tu boca” es uno de los poemas de Delmira Agustini que pueden leerse en Una rosa de fuego:
Yo hacía una divina labor sobre la roca
creciente del orgullo, de la vida lejana,
algún pétalo vivido me voló en la mañana,
algún beso en la noche, tenaz como una loca,
seguía mi divina labor sobre la roca,
cuando tu voz que funde como sacra campana
en la nota celeste la vibración humana,
tendió su lazo de oro al borde de tu boca;
—Maravilloso nido del vértigo, tu boca!
Dos pétalos de rosa abrochando un abismo… —
Labor, labor de gloria, dolorosa y liviana;
¡tela donde mi espíritu se fue tramando él mismo!
Tú quedas en la testa soberbia de la roca,
¡y yo caigo sin fin en el sangriento abismo!
Quienes disfrutan de los versos de amor, encontrarán en estos tres cuadernos, que firman Rubén Darío, César Vallejo y Delmira Agustini, una apasionada y apasionante lectura. Tres libros, además, que confirman el alcance, trascendencia y permanencia de tres poetas imprescindibles en el panorama de las letras hispanoamericanas del siglo XX.