Por Karel Leyva Ferrer
Uno de los espacios donde el irrespeto social se exacerba diariamente es en el transporte urbano de la capital cubana. A la demora en la circulación de las rutas y que los choferes y los autotitulados ayudantes o cobradores no devuelven los 60 centavos, uno debe sumar la música del chofer, sus acompañantes o la de algún viajero que nos regala un reguetón.
A ese calvario se añaden la vestimenta inadecuada, la falta de higiene porque arrojan basura y colillas de cigarros dentro de los ómnibus, u otros que en algunos casos adicionan sus fluidos corporales ante la indiferencia de todos. Sumémosle la decoración de entusiastas grafiteros y la colaboración de quienes “alivian” el peso del vehículo extrayéndole fragmentos de asientos y tubos, o los que cortan las gomas de los acordeones.
Estas conductas se pueden encontrar en cualquiera de los P, con destaque para las rutas 4, 11, 5, 2 y 15, en ese orden, quizás por tener un menor nivel de exigencia de los jefes de terminales y mayor tolerancia de sus clientes.
Pregunto: ¿No están estipuladas en la Constitución y cuerpo de leyes las maneras en que debemos comportarnos y nuestra responsabilidad social y laboral? ¿Quién me defiende como ciudadano ante tantas agresiones morales, físicas y estéticas? ¿Cuándo habrá un inspector en las líneas señaladas que evite esas anormalidades y multe a los implicados en las indisciplinas a fin de irlas disminuyendo? ¿Cómo el gobierno de Alamar (municipio de La Habana del Este), la “ciudad dormitorio”, va a resolver el problema de las rutas entre las 9:00 p.m. y 10:30 p.m., momento en que frecuentemente desaparecen los ómnibus, sobre todo los fines de semana, cuando esperamos por más de 40 minutos en el citado horario una guagua hacia el Vedado capitalino? Un ejemplo crítico fue el domingo 3 de julio, en plena apertura de verano.
¿Quién va a evitar que personas ebrias, vestidas de manera impropia y con conductas violentas usen el transporte público? ¿Por qué la policía es tan pasiva ante actos de tal envergadura que en muchos casos terminan en altercados? ¿Hasta cuándo las ganas de vivir sin comprometernos con el destino de nuestro país serán los grilletes que nos atan a un estancado desarrollo social?