Hay marcado contraste entre la Trinidad de hace una década y la de hoy. La villa, que durante siglos ha estado como detenida en el tiempo, se mueve bajo el influjo seductor del turismo y recobra el esplendor económico que estaba perdido de sus predios.
Basta una breve mirada para darse cuenta. La ciudad conserva estrictamente sus valores arquitectónicos: plazas, templos, palacios, viviendas, calles empedradas; los encantos que la han eternizado, mas su gente ha cambiado, ha sacudido la conciencia económica asimilando novedades y oportunidades.
Un sinnúmero de inmuebles se ha reestructurado o adaptado —en apoyo a la infraestructura hotelera y extrahotelera—, cediendo la tradicional cotidianidad para entrar al agitado mundo de lo desconocido, de recibir con beneplácito a cientos de turistas que cada día invaden la comarca en busca de añejas tradiciones, un patrimonio muy bien conservado, la exuberancia de los paisajes, la amabilidad de sus moradores, las playas y montañas; una combinación casi exclusiva de la geografía cubana.
Al boom turístico correspondieron los trinitarios. Cuando en la pasada temporada alta la cantidad de habitaciones en el sector estatal fue insuficiente, le nacieron hostales y paladares para acoger a los visitantes; ese crecimiento, que había comenzado unos cinco años atrás se ha sostenido, y posibilita que hoy, con la misma capacidad hotelera, se hayan duplicado las del alojamiento.
Atestigua el aumento en la llegada de foráneos la calidad de los servicios. Higiene, belleza, diversidad y profesionalidad en un sector que califica a sus recursos humanos teniendo como aliado al Centro de Capacitación del MINTUR en el territorio, en el cual se inauguraron este año cursos para la formación de los trabajadores no estatales.
La juventud, espontaneidad e interés de los muchachos —todos participan de la jornada laboral en horarios alternos a la escuela—, combinan con la exigencia de las administraciones, que buscan mayores conocimientos y desempeño laboral en aras del perfeccionamiento del servicio.
Los directivos del Ministerio de Turismo y sus respectivas cadenas (Organización Superior de Dirección Empresarial) ven la oportunidad de complementarse con el trabajo por cuenta propia: los turistas, que vienen fundamentalmente de Alemania, Francia, Canadá y Estados Unidos, tienen la posibilidad de hacer sus reservas a través de las agencias para cualquiera de las instalaciones disponibles en Trinidad.
Y si no es accesible el alojamiento en el Gran Hotel Iberostar Trinidad, único con cinco estrellas en el centro surde Cuba y verdadera joya del turismo, están el Ancón, Trinidad del Mar, Costa Sur, Las Cuevas, La Ronda y otros que igualmente les darán la bienvenida; además de los más de mil 300 hostales que ofrecen una atención personalizada a sus clientes y donde muchas veces se vive en familia, aunque el visitante sea el más extraño del universo.
Algo eterno marca a Trinidad: la capacidad de enamorar a primera vista, ser refugio cálido, nido seguro para paisanos y aventureros. Por eso no sorprende cuando el dueño del hostalpaladar Sol Ananda invita al equipo de Trabajadores a cenar y a pernoctar, y dice: “Es tarde, deben quedarse, no se preocupen, no les cobraré, podemos ayudar y colaborar con ustedes”.
Trinidad tiene entre sus lugares cimeros al restaurante Plaza Mayor, el cual a veces no cuenta con las disponibilidades para atender a la vez a los tantos turistas que “llenan” los alrededores para disfrutar la exquisita comida, el buen servicio y la calidez de sus trabajadores.
El resurgimiento económico de la ciudad se riega por su colindante Valle de los Ingenios, donde varias de las haciendas y casonas de la época del otrora esplendor, se están recuperando también para crear capacidades de alojamiento y devolver la riqueza a la zona.
Y se irradia la cuarta villa cubana: Sancti Spíritus, que se ha atemperado al crecimiento turístico de la provincia homónima, con la creación de capacidades de alojamiento y parala gastronomía (lástima que no haya llegado al hotel Zaza), contribuyendo con sus resultados a la obtención de la sede de las actividades centrales por el Día de la Rebeldía Nacional.
Más allá del compromiso con la efeméride queda el dulce sabor de la bonanza, de los aportes sostenidos a la economía de la provincia, del bienestar que se transpira en las casas y las calles, en los centros de trabajo, y en el deseo de volver a una ciudad que parece detenida en el tiempo, pero se mueve aceleradamente.
En el 2015, más de 531 mil turistas visitaron la provincia de Sancti Spíritus. De enero a mayo, la cifra aumentó en 87 mil 318 respecto a igual etapa del año precedente, lo que representa un crecimiento del 37 por ciento. En estos mismos meses, los ingresos se sobrecumplieron en 17 %, y en 26 % las utilidades. Actualmente hay mil 608 habitaciones en el sector estatal y 2 mil 230 en el privado; hasta el 2030 esta cantidad debe aumentar en más de 18 mil capacidades (5 mil es el tope en los hostales) y habrá que capacitar a 10 mil trabajadores más para atender las necesidades del turismo. El 86 % de los cuentapropistas están sindicalizados y en el sector se realizan más de 340 acciones para celebrar el 26 de Julio.