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El ahorro en primera fila

¿Se ahorra todo lo posible? ¿Consideran en cada centro el ahorro como un concepto integral que asegure la eficiencia económica y los renglones que determinan la producción material o los servicios? Evidentemente las dos respuestas son similares: ¡No!

Del tema he escrito otras veces, porque como se ha reiterado, en él radica una de las principales fuentes de riquezas del país. Pero en este momento resulta preciso retomarlo, porque la situación económica que se afronta en el segundo semestre del año, requiere que el ahorro sea llevado a la máxima expresión, que sea situado en la primera fila.

No se trata, como también hemos subrayado otras veces, de dejar de hacer para ahorrar recursos. Eso sería inadecuado y falsearía la concepción básica. Lo indicado es utilizar adecuadamente lo disponible, prestándoles la máxima atención a la eficiencia, la calidad y el cumplimiento de los planes, según las prioridades dadas.

Hay que ajustar los consumos de todo tipo a las cifras asignadas; eso es inevitable. Pero no olvidemos que los cubanos tenemos la tendencia ancestral de no llegar o de pasarnos. Quizás —eso sí— pueda “apretarse un poco más el cinturón”, para lograr una mayor exigencia ante cualquier derroche o indolencia que deban erradicarse.

Es cierto que hay muchas reservas en el ahorro, como también existen en la eficiencia y en otros aspectos vinculados a la economía. Llegó entonces el momento de encontrarlas y aprovecharlas, con la guía de la dirección administrativa y también de la sindical, a la cual nada le debe ser ajeno.

El pensamiento colectivo, el ajuste exacto a las normas de consumo y las iniciativas deben estar presentes en cada colectivo laboral, entre cuyas responsabilidades tiene que figurar el ahorro, dada su importancia.

Como se explicó en el más reciente período de sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, se ha dispuesto un recorte de la asignación de energía eléctrica a todas las entidades estatales, pero eso no significa en modo alguno que se adopten decisiones para realizar los ajustes correspondientes sin estar precedidas de un análisis previo de cuáles son las prioridades y los niveles exactos de consumos, sobre la base de la percepción lógica, o sea, determinando bien qué debe dejarse activado y qué no.

Basta recorrer cualquier territorio del país para apreciar que en la mayoría de los centros (excepto los inevitables por sus particularidades tecnológicas) los aires acondicionados permanecen apagados a pesar del intenso y casi insoportable calor reinante en la actual temporada veraniega; no hay otra alternativa por el momento. Sin embargo, también hay algunos, hasta menos importantes económicamente, en los que permanecen funcionando durante casi todo el día y ni siquiera son desconectados en los horarios de mayor demanda eléctrica. ¿Por qué en unos sí y en otros, no? No tengo la respuesta, pero vale razonar al respecto.

El segundo semestre del año trae consigo afectaciones, quizás mayores que las anunciadas, como advirtió el General de Ejército Raúl Castro Ruz en el Parlamento, pero si cada gramo de materia prima, litro de combustible o kiloWatt de electricidad disponible se utiliza de la manera más adecuada y se refuerza el control para erradicar los desvíos, podrán reducirse. El Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros exhortó en ese propio escenario a disminuir gastos de todo tipo y a fomentar una cultura del ahorro y del aprovechamiento eficiente de los recursos.

Llegó la hora de que el chequeo de los planes y compromisos al respecto ocupe espacios más preferentes en los consejos de dirección y asambleas de afiliados, con análisis profundos, sin descuidar ni una sola posibilidad por muy mínima que sea, porque en las circunstancias en las cuales se encuentra la economía cubana, hasta una puntilla adquiere un valor significativo.

Recordemos que, como define el diccionario, ahorrar implica “evitar un gasto o consumo mayor” al estrictamente necesario. No representa, en modo alguno, producir más con menos, porque eso resulta imposible en la práctica y de intentarlo se afectaría inexorablemente, entre otros aspectos, uno esencial: la calidad.

Vayamos una vez más a la sapiencia del Comandante Ernesto Che Guevara. En el discurso del 14 de junio de 1960 expresó: “(…) Otro de los grandes deberes de la clase obrera, que está ligado con el de producir, (…) es el de ahorrar, el de desarrollar siempre la inventiva para que no haya nunca un centavo gastado inútilmente”.

Y subrayó: “Producir y ahorrar son las bases del desarrollo económico”.

Ahí está la esencia.

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