Los recuerdos de niño siempre terminan asociándolo a la rapidez con que aprendió a montar bicicleta. Intrépido, valiente, arriesgado, líder y soñador, Reynaldo Paseiro es de los ciclistas más grandes de Cuba no solo por los resultados deportivos alcanzados, sino por todo lo hecho para que esta disciplina creciera y creciera.
La inauguración de una pista de asfalto para montar ciclos el 31 de marzo de 1940, en el parque José Martí, del Vedado, fue el motor imprescindible para concretar las ambiciones del quinceañero Paseiro, quien iba desde La Habana Vieja hasta allí para pedalear , aprender, competir y ganar.
Su gran triunfo inicial, el que no olvidaría jamás, llegó en 1945 durante la Primera Vuelta a La Habana. Con tal aval nacional, fue escogido para representarnos en los V Juegos Centroamericanos y del Caribe, celebrados en Barranquilla, Colombia, en 1946.
A pesar de correr por vez primera en un velódromo, Paseiro hizo historia al sumar las primeras preseas en estas lides para Cuba: oro en la prueba del kilómetro contrarreloj y bronce en la velocidad pura. Cuatro años más tarde, en Ciudad Guatemala, repitió el triunfo regional en la primera especialidad y finalizó con plata en los cuatro mil metros persecución por equipos, junto a Oscar Hevia, Leopoldo Posada y Leonardo Rodríguez.
A partir de tales premios fue incluido en la delegación olímpica para Londres 1948. Su decimosexta posición en los mil metros y una victoria y dos derrotas en los heats de velocidad resumen el debut de Cuba en este deporte en citas de ese nivel.
Un año más tarde incursionó en la tradicional prueba de ruta Ciudad de México-Pachuca y en la competencia de cuatro millas, formalizada sobre una pista de arcilla en Trinidad y Tobago. A partir de sus victorias parciales y generales, la prensa deportiva de esas dos naciones lo bautizó con el sobrenombre: El Amo del Caribe.
Entre 1951 y1954, Paseiro no encontró más la fórmula ganadora sobre su corcel metálico y decidió retirarse con apenas 30 años. Tras el triunfo de la Revolución, asumió las funciones de entrenador y en 1961, apoyado por INDER, creó una academia de ciclismo, génesis de la Federación Nacional y del proyecto más apasionante que asumió en su vida: la Vuelta Ciclística a Cuba.
Para el Gallego, como muchos le decían, fue esta su realización más acabada. Desde su inicio el 11 de febrero de 1964 consagró voluntad y conocimientos a una lid de notable impacto sociocultural. Solo su muerte inesperada el 11 de junio de 1973, al enfrentarse a elementos antisociales, lo alejó de ella y de nosotros.
Su ejemplo regresó en 1991 cuando el velódromo construido para los Juegos Panamericanos refrendó, justo y merecido, su nombre.