Una novel compañía, un nuevo espacio, un elenco mayoritariamente joven: Ludi Teatro presenta en su sede (calle I, entre 9 y 11, Vedado) su versión de una de las más importantes obras del libanés-canadiense Wajdi Mouawad: Incendios, de la tetralogía La sangre de las promesas. Se trata de una historia dura, que se va desovillando poco a poco sin ahorrar golpes de efecto. Tres tramas se entrelazan hasta que por fin se hacen una: una madre, un hijo que le arrebatan en su juventud, dos hijos más (gemelos) que se embarcan en una búsqueda ardua y dolorosa.
Las relaciones entre estos personajes resultan turbadoras, inquietantes… el contexto es difícil: guerra, destrucción, éxodo forzado. Mouawad pone el dedo en heridas que no han cicatrizado del todo, sin la menor pretensión de edulcorar.
No adelantaremos nada, digamos simplemente que aquí se habla de la necesidad del perdón. Pero queda claro que perdonar no es olvidar.
La puesta de Miguel Abreu se sostiene en la contundencia del original (aunque puede que a más de uno esta historia les resulte demasiado efectista) y en la fuerza del elenco.
Arianna Delgado asume el rol protagonista con una convicción ejemplar; no se quedan atrás Andros Perugorría, Grisell de las Nieves, Laura Alemán… y sobre todo Yoelbis Lobaina. Pero hay que decirlo: todos los actores están a la altura.
No es poca cosa: los personajes exigen bastante a sus intérpretes y el ritmo del montaje llega a ser trepidante. La naturaleza de muchas de las escenas se manifiesta a golpe de caracterización, teniendo en cuenta que algunos asumen más de un personaje y que los elementos escenográficos son mínimos y esenciales. El tránsito entre situaciones y escenarios se marca con las luces (el diseño no suele ser particularmente elocuente), el vestuario y la banda sonora.
Una obra como Incendios, que precisa recrear varias atmósferas, necesita al menos de un “mecanismo” actoral bien aceitado… y en ese sentido Abreu sale bien parado.
Pero la sala impone ciertos límites, que la puesta no logra solventar en buena medida. No es un espacio convencional para la representación (se trata de un local adaptado)… y se nota demasiado.
Algunas de las entradas y las salidas de los actores ensucian un poco el entramado, les restan consistencia a las metáforas visuales. La coreografía no es lo suficientemente diáfana y por momentos agolpa y abruma. Afortunadamente, no se pone en riesgo la comprensión de las tramas… pero casi.
No obstante, son evidentes una vocación lírica y un fuerte compromiso social, que no se explicitan burdamente. Miguel Abreu y su equipo toman partido y el tono nunca es neutral. Este es un teatro que no quiere quedarse en la superficie, que incita, que dialoga, que propone…
Incendios no tiene puntos muertos, no faltan peripecias ni tampoco enjundia… aunque la puesta hubiera podido prescindir de determinados elementos en pos de la esencialidad. Un montaje teatral no tendría por qué emular en prolijidad con una película, y esa es la impresión que se da por momentos.
Ludi Teatro comienza con buen pie. Desde que uno entra en la pequeña sala se da cuenta de que hay mucho potencial y muchos deseos. Ojalá que no falten nunca.