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Mayo para todos los teatros

Teatro La Candelaria (Colombia) celebra con Camilo sus 50 años de trabajo creativo. La puesta es un hermoso ejercicio que apela al sentimiento a partir de una investigación profunda y comprometida. | fotos: Del autor
Teatro La Candelaria (Colombia) celebra con Camilo sus 50 años de trabajo creativo. La puesta es un hermoso ejercicio que apela al sentimiento a partir de una investigación profunda y comprometida. | fotos: Del autor

La Habana, Cienfuegos y Santa Clara acogen hasta el próximo domingo la temporada escénica Mayo Teatral, una de las más interesantes propuestas del amplísimo abanico de eventos de Casa de las Américas.

Este año la cita está dedicada al teatro de grupo —particularmente aquel que consolida una singularísima manera de asumir el acto creativo, con claras y dialogantes pautas conceptuales, estéticas e ideológicas—, y acoge a cinco colectivos latinoamericanos que este año celebran aniversarios cerrados: Teatro La Candelaria (Colombia), el Grupo Cultural Yuyachkani (Perú), el teatro Gayumba (República Dominicana) y los cubanos Argos Teatro y El Ciervo Encantado.

La relación con Cuba de La Candelaria es profunda y de larga data. Aquí hemos visto y aplaudido algunas de sus más relevantes puestas, creaciones de marcado compromiso (social, político, cultural) y de un vuelo poético que siempre va más allá de la superficie para devenir esencia misma y armazón de los entramados.

Sucede lo mismo en Camilo, el espectáculo que presentaron este fin de semana en la capitalina sala Tito Junco: la vida, las dudas y certezas, las luchas del célebre sacerdote guerrillero Camilo Torres son recreadas en una “sinfonía” onírica y hermosa, que muestra sin consignas ni demagogia las encrucijadas que enfrentó el también profesor universitario hasta el momento de su muerte en una acción combativa.

Parte de un presupuesto explícito: todos somos (o al menos pudiéramos ser) Camilo. Por eso el personaje principal transita fluidamente de actor en actor, con admirable naturalidad, para terminar siendo un personaje colectivo.

Nadie espere una biografía teatralizada, tampoco un decidido documento que analice críticamente contextos y motivaciones… aunque el espectador sensible y atento puede aprehender claves esenciales de la historia colombiana. Con toda intencionalidad (¿quién ha dicho que el arte tiene que ser ente neutral?) se nos pone en la piel del sacerdote, o mejor, del hombre, y somos testigos del desfile de criaturas simbólicas —líricas o estrambóticas— que corporizan obsesiones, sueños o duras realidades.

La línea narrativa no es precisamente aristotélica, más bien se trata de una sucesión de cuadros (escenas) más o menos autónomos, con una gran carga metafórica. Pero no hay densidades extenuantes: la espectacularidad nunca se resiente, nada de puntos muertos.

Camilo integra en escena performance, danza, video, música interpretada en vivo… en un ejercicio múltiple, demandante y provocador. Volverá a presentarse el próximo fin de semana en el teatro La Caridad de Santa Clara. Más que recomendable.

A debate

La programación es amplia y sobre todo, disímil. Los organizadores han seleccionado una muestra que abarca varias tendencias del teatro contemporáneo latinoamericano. Esa diversidad será analizada en el encuentro teórico que comienza hoy en Casa de las Américas. Los directores de 12 de los grupos que están en escena por estos días participarán en paneles moderados por destacados críticos cubanos.

El coloquio Memorias, trayectos y colectividad se extenderá hasta mañana centrado en las coordenadas de importantes agrupaciones y artistas de la región.

Hay casi una semana por delante, ¡mucho teatro para ver!

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