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Toda la danza de abril

Más de uno deben haberse sorprendido por la decisión de otorgarle al diseñador escénico Carlos Repilado (Santiago de Cuba, 1938) el Premio Nacional de Danza 2016,  teniendo en cuenta que hasta  el momento han recibido ese  galardón sobre todo bailarines, coreógrafos, maestros…  profesionales que participan  directamente en las prácticas danzarias.

Carlos Repilado, Premio Nacional de
Danza 2016

El  oficio de Carlos Repilado pudiera parecer complementario. Y ciertamente, en no pocos  espectáculos de la danza lo es: los diseños de luces y escena  apenas son funcionales. Pero lo  cierto es que este diseñador ha  distinguido con su trabajo a las  más importantes compañías de  danza del país, con entramados sugerentes, perfectamente  integrados a la dramaturgia y  a los postulados conceptuales  de las obras que ha iluminado.

Se ha hablado bastante del inteligente y sensible trabajo de recreación de entornos, de marcada plasticidad, con dominio de los matices y de la  singularidad de las situaciones. Esa constancia, esa permanencia, ese magisterio… es  lo que ha premiado el jurado  de este año.

El maestro recibirá el reconocimiento en una gala el 29  de abril, Día Internacional de  la Danza, en el contexto de las  presentaciones que reúnen por  estos días a destacadas compañías en el capitalino teatro Mella.

Jóvenes a escena

Y en días de mucha danza, el clásico de los clásicos, El lago de los cisnes, ha regresado al escenario del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, en una temporada marcada por el debut de jovencísimos bailarines en el rol protagonista de  Sigfrido.

A lo mejor es demasiado pronto para algunos de ellos, pero lo cierto es que las circunstancias mandan: el Ballet Nacional de Cuba sufre  ahora mismo la ausencia de  buena parte de sus primeras  figuras masculinas. Bailan  los jóvenes o no hay temporada. Y también hay que ver el  lado bueno: la oportunidad de  descubrir y concretar potencialidades.

Sadaise Arencibia y Raúl Abreu en el segundo acto de El lago de los cisnes. Foto: Yuris Nórido

 

Raúl Abreu, por ejemplo, convenció este sábado en sus variaciones (baila con limpieza y contención, sin estridencias), aunque en algunos  momentos lució tenso en el  trabajo de pareja. Es natural,  hay que darle tiempo al tiempo. Por suerte su compañera  de función fue una de nuestras  más inspiradas y experimentadas princesas cisnes: Sadaise Arencibia. Se sabe que  Sadaise ha hecho del segundo  acto de El lago… una carta  de presentación. Y ahora no  fue menos: singular lirismo,  plasticidad fascinante. Más pálida fue la coda del tercer acto, aunque en el adagio fuimos testigos de una refinada  lección de histrionismo.

En definitiva, Abreu pasó la prueba; ya sabemos que tiene madera para más. Como  seguramente hay potencial en  el cuerpo de baile —muchas  caras jóvenes—, pero todavía  hace falta trabajo en los salones. Con la renovación galopante del elenco, los cisnes  del segundo acto han perdido  algo de la asombrosa homogeneidad de antaño.

Afortunadamente la probada calidad de los primeros  bailarines y de no pocos solistas redondea la propuesta.  Anette Delgado y Dani Hernández bailaron un exquisito adagio del segundo acto  el viernes. Y ella electrizó al  respetable en el tercer acto  con unos fouettés de infarto.   Obviamente El lago… reserva  emociones para todos.

Las posibilidades del teatro después de la reapertura  garantizan un bien conseguido diseño de luces, que resalta  los valores del decorado. Pero  algunas transiciones, particularmente en el segundo acto,  resultan más abruptas de la  cuenta.

Algo más: el Ballet Nacional de Cuba, nuestra compañía insignia, no debería permitirse un telón con agujeros  y parches. Había que buscar  soluciones antes de la temporada. Y tampoco es comprensible que el mecanismo del telón de boca de la sala García  Lorca lleve ya más de dos semanas roto. El espectáculo se  resiente.

Al cierre de esta edición bailaban la primera bailarina Viengsay Valdés y el debutante Patricio Revé. El jueves subirá a escena Estheysis Menéndez junto a Adrián Masvidal; y el viernes cerrarán la temporada Grettel Morejón y Rafael  Quenedit. O sea, tres nuevos  Sigfridos. Por suerte, el Ballet  Nacional de Cuba siempre tiene la cantera bien abonada.

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