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Omara, ¡qué grande eres, Omara!

Omara Durand 2Antes de la primera pregunta Omara Durand enseñó su sonrisa tímida y sencilla. Como casi siempre pasa, ella prefiere correr en la pista bajo el duro sol, que someterse a una entrevista. Con apenas 24 años, fue elegida la mejor atleta en deportes para discapacitados de Cuba en el 2015 y hace solo un mes se oficializó su nominación a los Premios Laureus.

Sus medallas y récords mundiales y olímpicos son impresionantes para tan joven carrera. Le propuse conversar escuchando de fondo una canción de Silvio Rodríguez, inmortalizada por otra Omara, la Portuondo: La era está pariendo un corazón. Las voces no se confundieron. Este es el testimonio de la atleta.

Le he preguntado a mi sombra/ a ver como ando para reírme,/ mientras el llanto, con voz de templo,/rompe en la sala regando el tiempo.

Nací en el reparto Desys, en el municipio de Santiago de Cuba. Me gustaban tres deportes: voleibol porque veía a las Morenas del Caribe en la televisión; gimnasia rítmica por haberlo practicado un corto tiempo;  y atletismo, en el que fui captada por el profesor Reinaldo Cascaret  tras ver mi rendimiento en las clases de Educación Física.

Yo era muy tranquila, compartía con los niños del barrio, pero me gustaba estar sola en la casa jugando con muñecas.  Eso de estar en la calle corriendo no era mi fuerte. La primera vez que gané un campeonato nacional para personas con discapacidad ocurrió en 400 metros, en el propio Santiago. Tenía 13 años.

Siempre lo mío fueron las carreras. Nunca hice salto. Incluso hoy, en el entrenamiento, hay elementos complementarios  que exigen saltos y los hago por disciplina, porque están en el plan de entrenamiento. Los muchachos del equipo disfrutan a la hora en que me toca saltar porque no sé.

Mi sombra dice que reírse/ es ver los llantos como mi llanto,/ y me he callado, desesperado/ y escucho entonces: la tierra llora.

Con 15 años (2007) gané los 100 y 200 metros, categoría T13, del campeonato mundial para ciegos y débiles visuales, celebrado en Sao Paulo, Brasil. No corrí 400 porque tenía una molestia en el muslo y hacía bastante frío, por lo que el colectivo técnico decidió preservarme para los Juegos Parapanamericanos de Río de Janeiro, que serían meses después.

Sin demeritar a los otros tres en que he participado, esos fueron los mejores. Hubo mucha calidad, excelente organización y alimentación, una villa muy confortable y además, obtuve  tres medallas de oro cuando era una niña sin experiencia internacional.

Luego vendría un momento muy duro, los Juegos Paralímpicos de Beijing 2008. De allí saqué algunas experiencias tras quedarme sin medallas por una lesión severa que tuve en la competencia. Tenía que entrenar con más fundamento, mayor responsabilidad, ser más disciplinada y madurar.

Tres personas me apoyaron mucho en ese momento y nunca me dejaron sola. Mi entrenadora Mirian Ferrer, el fisioterapeuta Abdel y la doctora Mirian Valdés. Ellos sabían que mi cabeza decía que sí podía, pero los músculos no me iban a responder. Hubo madrugadas enteras que nadie durmió dándome tratamientos. Y aunque competí, no alcancé medallas. Lloré mucho y ellos conmigo.

La era está pariendo un corazón,/ no puede más, se muere de dolor y hay que acudir corriendo/ pues se cae el porvenir/ en cualquier selva del mundo,/ en cualquier calle.

En el ciclo 2009-2012 llegaron grandes resultados. En los Juegos Parapanamericanos del 2011 me sentía muy bien. Había dejado atrás todas las lesiones y en enero de ese año había roto el récord mundial en 200 (24.24 segundos) en Nueva Zelanda.  Cuando llegué a Guadalajara corrí 100 y 400 porque el 200 no se convocó.  En esa lid me convertí en la primera mujer del deporte paralímpico que bajaba de 12 segundos en el hectómetro (11.99).

Doce meses más tarde, en los Paralímpicos de Londres, triunfé en 100 y 400, en esta última con récord olímpico (55.12), a pesar de que el azar me ubicó en la carrilera ocho, la más complicada para ese evento porque sales delante de todos.

Dejé de correr cuando regresé de esa cita porque vine embarazada. Volví a las pistas tres meses después del parto, en el 2013. La preparación para los Juegos Parapanamericanos de Toronto (2015) fue magnífica. Mi entrenadora sabía que iba a lograr algo grande. Con el 11.65 en la semifinal de los 100 (RM) me sentí más segura y sabía que podía hacer más. Por segunda vez logré el triplete, porque desde el 2007 no se convocaban los tres eventos.

Poco después asistí al campeonato mundial en Catar, donde impuse tres marcas universales: en 400 (53.05), en 200 (23.03) y  en 100 (11.48). La gente se quedó asombrada porque no solo eran récords mundiales, sino que eran tiempos muy buenos cuando se comparaba con los de los atletas convencionales. Los brasileños decían que esos récords eran para que nunca se rompieran”.

Debo dejar la casa y el sillón,/ la madre vive hasta que muere el sol,/ y hay que quemar el cielo/ si es preciso, por vivir./ Por cualquier hombre del mundo,/ por cualquier casa.

Con Mirian llevo entrenando alrededor de nueve años, desde que entré al equipo nacional. Hay bastante química entre nosotros. Ella me ha enseñado mucho y me ha ayudado a sentirme un ser humano como todos, a pesar de mi debilidad visual (catarata congénita).Tengo que agradecerle también en mi vida profesional porque fue una de las tutoras de mi tesis de Licenciatura en Cultura Física.

Siempre que me preguntan por Yunidis Castillo digo que es un ejemplo a seguir por su voluntad, por la calidad humana, por el talento como atleta. Entrenamos juntas todos los días y siento mucho respeto y admiración por ella.

Con el guía Yunior Kindelán empecé antes de Toronto. Al principio nos costó trabajo sincronizarnos, pero él se lo propuso y lo logró. En la categoría T12 se puede correr con o sin guía. Pero a veces hay que hacerlo de noche y a esa hora no tengo la misma visibilidad que de día. Ahí Yunior juega un papel determinante. Él no puede sobrepasarme durante la carrera ni entrar delante en la meta.

Los Premios Laureus son como los Oscar del Deporte. Cuando me llamaron desde Berlín para todo lo que debía hacer con el fin de asistir a la ceremonia lo tomé normal porque no tenía idea de lo que era. El 3 de marzo, cuando sale a la publicidad, es que conozco la magnitud y lo que significa. Ahí estarán, entre otros Lionel Messi, Usain Bolt, el equipo de fútbol Barcelona, entre otros grandes deportistas. Me sentí muy emocionada y estoy muy contenta. Ser la primera cubana nominada en todos los tiempos es algo maravilloso. Aún no lo creo.

Mi deportista paradigma es Yipsi Moreno. Sencilla, modesta, tranquila, y cuando entraba al círculo de martillo se transformaba en una verdadera campeona. Para llegar aquí, muchas personas han tenido que ver conmigo. Mencioné a Cascaret, pero no quiero olvidar a otros entrenadores como Marvelis y Manuel López. También un cuerpo de médicos, psicólogos y fisioterapeutas.

El deporte para personas con discapacidad ha crecido mucho en Cuba y el nivel ha aumentado. Pero todavía se puede hacer más.

Por ejemplo, las competencias nacionales no tienen aún la calidad que se necesita. A veces lo veo como un cumplido. Y se puede trabajar más para hacerlo mejor.

Me he enfrascado en que mi hija Erika se sienta muy orgullosa de su madre. Ella lo disfruta cuando se para delante del televisor y no deja que nadie le cambie el canal mientras corro.

Omara no se siente famosa. Se siente un ser humano, una cubana más que se entrega para darles alegrías al pueblo, a su familia y a mi entrenadora. Y para demostrar que lo que un día soñó Fidel, Raúl y por lo que tanto ha luchado la Revolución, es posible alcanzarlo desde los atletas paralímpicos.

Omara, ¡qué grande eres, Omara!

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