Los aplausos, el reconocimiento y el mérito de los Búfalos de Ciego de Ávila, ganadores por novena ocasión de la Liga Superior de Baloncesto, llegaron merecidos en uno de los torneos que más extraña el pasado, sobre todo el virtuosismo, la rivalidad y el espectáculo, por más intentos hechos por la comisión nacional para rescatarlos.
Solo algún iluso podía pensar que Capitalinos, con al menos cuatro figuras claves ausentes por contratos en el exterior u otro problema personal, sería capaz de doblegar en la final a un elenco sin fisuras en su nómina titular y con una banca superior en físico y calidad técnica. Solo algún iluso, que por suerte, son pocos en el deporte.
La edición que acaba de finalizar recibió por vez primera los efectos reales de cumplir contratos internacionales en medio de la temporada regular y en finales. Son beneficiosos a la larga, pero fractura, como ahora, a los conjuntos envueltos en rondas decisivas.
Esa es una cara que podría extenderse pronto a otras disciplinas.
Aun así, este certamen pudo atrapar más a sus seguidores y no solo a la afición fiel y entusiasta de Ciego de Ávila, quizás la única del país que no se ha cansado de celebrar canastas, fintas y rebotes, a partir de sus nueve coronas en los últimos once años.
Para ello se necesita no seguir haciendo coincidir su calendario con el béisbol; impulsar iniciativas o festivales de donqueo, tiros libres y de tres puntos; retomar los juegos de estrellas; sumar a los practicantes del 3×3 a los intermedios de cada partido, por solo citar las más visibles —no las únicas— que no necesitan de grandes recursos, sino de pensar entre todos un mejor espectáculo.
Un detalle sobre la premiación final evidenció cuánto nos falta para articular atractivas propuestas. Las copas entregadas a los tres primeros lugares no tenían apenas diferencias de tamaño y eran tan pequeñas que se perdían entre las manos de los jugadores. ¿Por qué el premio al baloncestista más valioso, bien otorgado a William Granda, era idéntico al del resto del cuadro de honor?
La Liga Superior de Baloncesto demostró, en períodos anteriores, que puede llenar la Ciudad Deportiva de La Habana, ser el segundo evento de más importancia y trascendencia dentro del movimiento deportivo cubano y por encima de cualquier otra consideración: ser un verdadero espectáculo. No olvido el talento natural de aquella generación de jugadores y la dinámica de juego impuesta por algunos técnicos entonces, pero el baloncesto cubano tiene armas hoy para recuperarse y tener campeones y canastas; y viceversa.